Perspectiva. Soñar en grande
El nuevo Arzobispo de la diócesis de León, Monseñor Jaime Calderón Calderón, quiere “soñar en grande”. En su primera homilía a los feligreses dice que “este es el momento” de hacerlo. Sus palabras son las de un líder, alguien que quiere motivar a los católicos y no católicos al cambio. Pero, ¿en qué debemos soñar?
“Necesitamos proclamar que ser compasivos, tener fe y trabajar por el bien común son grandes metas de la vida, pero requieren valentía y reciedumbre para no dejarnos vencer frente a las dificultades”. De acuerdo con sus palabras. Las cosas han cambiado mucho para la sociedad leonesa y guanajuatense; han cambiado también para la Iglesia Católica que pasa por una crisis de vocaciones sacerdotales y una feligresía distante. No es un problema local sino mundial.
Por eso vale la pena soñar en grande para reconstruir nuestro tejido social, regresar a la paz perdida, a la esperanza de una ciudad y estado mejores de los que nos ha tocado vivir. Hay que motivar a las nuevas generaciones que ahora están colgadas de una nueva religión llamada TikTok y redes sociales. El mundo está fuera de sus pantallas.
Aun cuando la influencia de la Iglesia no es la de antes, puede cambiar mucho abriendo sus puertas a movimientos sociales, a grupos que vayan más allá de la doctrina y los ritos dominicales. Las órdenes religiosas, los colegios y universidades católicas son una fuente de influencia para lograr lo que el arzobispo y todos los ciudadanos soñamos. La Salle, la Ibero, el Instituto Lux, el Leonés, Miraflores y Jassá, entre otros, son comunidades que influyen todos los días en la educación.
De esas instituciones saldrán muchos de los líderes del mañana; la influencia de bien puede multiplicarse si la Iglesia decide renovarse. Hay quienes sueñan muy a lo grande con un cambio fundamental: la eliminación del celibato. Mujeres sueñan con la apertura total de la Iglesia a la igualdad espiritual de llevar el sacerdocio o el ministerio católico a sus manos como lo han hecho otras denominaciones religiosas.
Las comunidades LGTB también sueñan en grande de ser reconocidas en su plena humanidad. Sin discriminación alguna, incluso con la posibilidad abierta de ejercer el sacerdocio. Pueden parecer sueños de opio pero la verdad es que en el mundo secular todo cambió: matrimonios civiles entre personas del mismo sexo, respeto al derecho de ser felices en sociedad sin el ostracismo de antes ni el estigma que aún queda como resabio en las normas canónicas.
Visto desde fuera, Monseñor Calderón puede lograr cambios sustanciales en el ámbito de su responsabilidad. Sabemos que las transformaciones de las que hablamos dependen del Vaticano pero la apertura y la renovación local de la comunidad católica puede estar bajo su liderazgo.
Hay cosas que no se dicen. La Iglesia necesita la participación económica de sus fieles. Quienes piensan que los sacerdotes gozan de buena economía, que las parroquias cuentan con muchos recursos, se equivocan. La edad promedio de los sacerdotes ha aumentado y mayores jubilaciones y defunciones están a la vuelta de la esquina. Se necesitan recursos para atender con dignidad los últimos años de quienes han servido a sus comunidades parroquiales. Sobre todo en el clero diocesano.
En países más civilizados los contribuyentes pueden destinar parte de sus impuestos a la congregación religiosa de su preferencia. Aquí las limosnas se cuentan en monedas. En pocas ocasiones en billetes. Esa es la primera muestra de cambio de una comunidad, hay que ayudar a quienes ayudan. Bienvenido sea Monseñor Calderón. Que sus sueños se cumplan.
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