Perspectiva. Un viaje mágico y misterioso

La pandemia del COVID-19 cambió nuestras vidas aunque a veces no lo notemos. Cuando llegó a León, hace casi 3 años, esperaba una salida al extranjero largamente planeada. Era el 27 de febrero del 2020. Justo un día antes de iniciar el viaje, la agencia canceló todo.

Asia estaba cerrada, Japón recibió la epidemia desde un barco anclado en Yokohama. China cerró sus puertas con tremendas cuarentenas de 14 días, siempre y cuando se tuviera permiso de entrar. A pesar del tsunami infeccioso del que no sabíamos ni su contagiosidad ni duración, seguimos trabajando. A finales de marzo comenzó la emergencia de verdad.

Recuerdo que imaginaba una epidemia corta de dos o tres meses, algo que se iría con la llegada del calor del verano. Lo mismo pensaba Donald Trump y nuestro Presidente, quien      en su enorme ignorancia, sugería abrazarnos y usar “detentes”, es decir, fetiches religiosos para enfrentar la epidemia.

Los negocios cambiaron, comenzamos a trabajar desde casa y con la extraordinaria ayuda de todos, pudimos seguir publicando sin parar, salvo en los días de fiesta establecidos. Las empresas recortaron personal y las de servicio la pasaron muy mal. Los restaurantes, las cafeterías, escuelas y centros de esparcimiento pararon totalmente.

Un hotel en San Miguel de Allende, filial de AM, facturó muy bien en marzo, recuerdo que el gerente nos avisaba que habíamos vendido 1.3 millones de pesos en ese mes. La caída fue tan brutal que en abril del 2020, durante la mejor época vacacional de la ciudad, apenas vendimos 30 mil pesos.

Todas las empresas se vieron obligadas a recurrir a sus ahorros y las familias que dependen de ingresos informales tuvieron que tomar préstamos, vender algunas cosas y absorber el golpe mediante la maravillosa solidaridad familiar y social.

Fue entonces que empecé a escribir todos los días, sin faltar uno. No importó si la columna estaba bien estructurada, si las ideas eran coherentes o si cumplía la meta de dar unas pinceladas sobre la realidad que vivimos. El COVID-19 arribaba como la nota más importante de nuestra generación. Durante 3 años llenó los espacios de todos los medios y las redes. Surgieron gurús del cuidado, medicinas mágicas y todo lo que es común a un fenómeno sanitario de su dimensión.

Llegó el hábito adictivo de escribir, algo que tiene doble “duty”, doble chamba. La más obvia es la transmisión de información, conocimientos, y noticias sobre la vida cotidiana. El otro fruto es para quien lo hace. Escribir es una catarsis maravillosa, es como escarbar dentro de nuestra mente y encontrar cosas que nunca imaginamos. Los antiguos griegos decían que las musas eran las creadoras; el hombre sólo tiene que abrir la mente para que le caigan las palabras.

Los grandes escritores como James Patterson, sugieren que antes de escribir siquiera una línea se haga un “outline”, un esquema de lo que se va a decir para que tenga estructura, fluidez y sea más legible. Confieso que casi nunca hice un esquema y me brinqué el famoso “outline” (por lo que pido una disculpa) para soltar un flujo de ideas como flujo de conciencia. Algo que debería revisarse siempre para quitar palabras que sobran, ideas repetidas o necedades que se escapan como los aluxes del Presidente.

Quisiera agradecer de todo corazón a quienes llegaron hasta estas últimas líneas. Jamás me preocupé por la cantidad de lectores, ni por ser muy leído. Después de 3 años sin parar siquiera un día, aunque hubiera fiesta, estuviera al otro lado del mundo o con presiones insalvables del periódico, seguí escribiendo. Espero que quede algo rescatable en las más de 750 columnas.

Como todo cambia, me di cuenta que tenía que renovar el estilo, cambiar el modelo y aprender nuevas formas de comunicación. Por eso haré una pausa larga para mostrar mi perspectiva de la vida contada día con día. Espero regresar con algo más fresco, retador y atado a resultados. Buscaré audiencia para AM con mejores ensayos, narraciones interesantes y el respaldo del maravilloso ChatGPT.

Mil gracias por la paciencia de todo este tiempo. De verdad extrañaré un tiempo estas líneas, pero como dijo Douglas MacArthur: ¡Regresaré!

Y mil gracias a don Raúl Gutiérrez y Montero, quien siempre tuvo la bondad de corregir muchos de los múltiples errores de esta columna. También a quienes corrigieron día a día, como buenos “short stops” y no dejaron salir más pifias de las que produje a lo largo del tiempo. Nos esperan Instagram, Tik Tok, Facebook y Twitter. Se va a poner bien.

Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión

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Enrique Gómez Orozco
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Enrique Gómez Orozco, Opinión, Columnista BI

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