Que el privilegio no nos nuble la empatía
“No estamos todas, nos falta mi madre”: leí esta frase en una cartulina en la marcha del 8M y se me hizo pedazos el corazón. Había más: una niña tenía unas alas de mariposa con la frase “Marcho por las niñas y los niños que siguen esperando a su mamá”; también mujeres jóvenes con frases como “Por las que salieron a estudiar y no volvieron para graduarse”; “Si tocan a una, respondemos todas”; “Te cansas de oírlo, nosotras de vivirlo”; “Si miraras con nuestros ojos también gritarías”; y muchas más.
Este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, marché con colegas y, por primera vez, con alumnas. Para varias de mis estudiantes, esta fue su primera marcha del 8M y de la vida, pero han conocido casos de feminicidio, desaparición y violencia doméstica, entre sus amigas. Fue muy duro saber que arrastran el dolor y la decepción porque las instituciones competentes no han investigado los casos o lo han hecho mal.
Fue desgarrador también —como siempre— escuchar los testimonios de mujeres que se arman de valor y comparten sus historias con todas desde un micrófono abierto: la mujer que contó cómo vivió los golpes y la manipulación emocional por parte de su expareja, después de haber descubierto que él le era infiel; la mujer muy joven que contó que asesinaron a su prima; la mujer que habló de un profesor de primaria que agrede sexualmente a niñas y niños, mientras la directora del plantel lo encubre; la mujer que contó que el agresor sexual de su hija era su tío; mujeres que, en algún punto, no podían hablar más porque les ganaba el llanto, mientras las demás gritábamos “no estás sola”. También están las mamás de mujeres desaparecidas, que pasan lista para nombrar a quienes la justicia ha olvidado.
Ahí es donde las estadísticas tienen cara, tienen historias, tienen mamás, amigas, hijas, sobrinas, compañeras. En este país matan más de 10 mujeres por día, pero ahí conocemos las historias, no desde la lógica de la nota roja, sino desde la perspectiva de las víctimas, desde la necesidad de seguir manteniendo la esperanza y seguir buscando la justicia.
Nuestro país es uno de los más peligrosos para las mujeres. Las marchas del 8M buscan visibilizar eso y también encontrarnos, reconocernos y cuidarnos entre nosotras. Sin embargo, las marchas llegan a ser recibidas con represión policial. En Zacatecas y en Puebla, los policías las recibieron con gases lacrimógenos, detuvieron a mujeres aleatoriamente y también detuvieron y agredieron a periodistas locales que estaban cubriendo la marcha.
También vimos palacios de gobierno que se amurallaron con vallas, policías y granaderos, como si estuvieran esperando la guerra. Los gobiernos que están más preocupados por cuidar los edificios que por proteger a las mujeres y a toda su población, o bien las sociedades que se indignan más ante la protesta feminista que ante el incremento de feminicidios, deberían revisar sus prioridades, sus escalas de valores y sus responsabilidades.
Este año tendremos, por primera vez, una presidenta de la República en México. En Guanajuato, que es el estado en el que vivo, las tres candidatas a la gubernatura son mujeres; como ya ocurrió en Aguascalientes en las elecciones pasadas. Revisemos las agendas de género, no es suficiente que lleguen mujeres si se sigue reproduciendo la misma lógica patriarcal.
También es necesario que reconozcamos nuestros privilegios, quienes los tenemos. No hay piso parejo para todas y debería haberlo. Muchas veces no tenemos idea del dolor y las precariedades que viven nuestras amigas, mamás, hermanas, alumnas, compañeras y otras mujeres que no conocemos. Lo que sí sabemos es que las condiciones nunca han sido justas. Estos días vi una publicación en redes de la Embajada de Finlandia en México, que años antes había presentado también ONU Mujeres, donde anunciaba el top ten de países que han alcanzado la igualdad de género y presentaban después los números de la lista vacíos, porque ningún país —ni siquiera los que tienen mejores condiciones— la han alcanzado.
Como dijo la filósofa feminista francesa Simone de Beauvoir: “Bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres sean cuestionados. Estos derechos nunca pueden darse por hecho. Debes permanecer vigilante toda tu vida”. Ya hemos visto en Estados Unidos, Argentina y a veces también en nuestro país, que hay regresiones y que los derechos ganados se cuestionan y se llegan a perder. Por eso es importante cuidarlos y hacer memoria de las luchas que hubo para tenerlos, agradecer a las generaciones de mujeres que han luchado por los derechos que tenemos ahora, así como seguir luchando por un mundo más justo para nosotras y las generaciones que siguen.
Que el privilegio no nos nuble la empatía.
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