Robert Dahl y La Poliarquía
Robert Dahl ha sido uno de los politólogos contemporáneos más destacados. Entre sus aportes a la Ciencia Política destaca la clara definición conceptual con la que explica el fenómeno del Poder, como una relación de dominio en la que el Sujeto A logra que un Sujeto B realice cosas que en un completo estado de libertad B no haría. Así, el poder es un fenómeno relacional que sólo existe entre personas y colectivos que interactúan.
Sin embargo, quizá la aportación más importante de Dahl a la Ciencia Política sea su conjunto de estudios sobre la democracia, entre los que destaca la explicación que nos ofrece en el libro “La Poliarquía: participación y oposición”, con el que comparte reflexiones acerca de la evolución de los sistemas políticos, desde las hegemonías cerradas hasta la participación abierta, y cómo las democracias finalmente pueden tender a evolucionar en poliarquías. Pero, ¿qué es la Poliarquía?
Dahl la explica como un modelo realista y práctico del ideal de democracia. La premisa es que la democracia pura y directa es –en sí misma- imposible en la práctica, ya que conforme las sociedades se vuelven más complejas, es cada vez menos probable garantizar la participación equitativa, informada, y activa de cada individuo del colectivo. Por ello, la Poliarquía funciona más como un conjunto de pequeñas élites que articulan los intereses de las masas.
No obstante, la Poliarquía no resulta sólo en una rotación de élites en el poder; sino que, para garantizar que este modelo persiga el ideal democrático, es necesario que exista el estado de derecho, una vida de República civil, que haya alternancia periódica en el poder, y que la ciudadanía se construya bajo el imperio de la libertad. Esto es lo que distingue a la Poliarquía de otros modelos, como la Aristocracia o la Oligarquía.
Así, Dahl ve como mínimos indispensables para la Poliarquía que, desde el sistema político, se garantice a los ciudadanos la capacidad electiva, la libertad de expresión, y la participación equitativa. Igualmente, el estado debe garantizar los derechos humanos, así como el derecho a competir en elecciones imparciales, periódicas, legales, que produzcan mandatos limitados, y que estén regidas por instituciones independientes del poder; igualmente, el acceso a fuentes de información veraz y una participación ciudadana crítica.
De este modo, una Poliarquía funcional es, pues, una democracia representativa sana que obedece a un sistema político de pesos y contrapesos, en el que las comunidades y sus élites se articulan para administrar el poder de una manera en la que los diversos colectivos sean representados, participen, y su voz impacte efectivamente en los asuntos públicos. En suma, la Poliarquía de Dahl es la forma contemporánea práctica en la que podemos vivir la democracia.
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