¿Sabremos construir una mejor ciudadanía?
Uno de los grandes temas del debate político actual se centra en la concepción que tengamos de ciudadanía.
Yo pienso que en el fondo, hablar de ciudadanía, equivale a pensar en un modelo ideal de vida, en un proceso abierto y en continua evolución, es decir, la ciudadanía va a impactar directamente la forma en que vivimos en las comunidades, y además, es un proceso que está constantemente cambiando por los distintos cambios económicos sociales, políticos y culturales en nuestra propia sociedad.
La conquista o si se quiere el reconocimiento de nuevos derechos, que siempre serán ampliables, garantiza la necesidad de continuar mejorando la calidad de la ciudadanía, las nuevas formas políticas de la democracia, que es más consensual que parlamentaria, que es más sensible a la opinión percepción que a la razón y que es más afín a la proliferación de derechos que ha sido universalización, se sumerge, sin embargo, en una cultura que parece reconocer que es irreductible las diferencias que se presentan en la sociedad, esto es que las diferencias que tenemos de opinión o del concepto o de la idea de lo que debe ser el México de futuro parece ser irreductible, parece ser que se ha manejado una escala en la que lo que unos piensan no lo pueden aceptar los otros y lo que otros piensan no los aceptan los primeros, de manera que siempre será un riesgo para nosotros esa polarización y esa diferencia que se va profundizando con las diferentes acciones que suceden en nuestra democracia, pareciera que no podemos construir consensos y que es preferible la polarización.
Esta falta de construcción de consensos nos ha llevado a este nuevo escenario en el que parece que solamente una parte de la sociedad tiene la razón y la otra está profunda y rotundamente equivocada, cosa que no puede ser, hay más matices grises que claro y oscuros en cualquier sociedad democrática, por ello, resulta necesario seguir hablando o reformulando la idea de ciudadanía, ajustándola a la sociedad cada vez más multicultural, mucho más consumista y pragmática y con mucha más necesidad de tolerancia e inclusión, así la calidad de la ciudadanía requiere de identificar un nivel de vida digna para todos y todas, en el que sea posible el disfrute pleno de los derechos, la efectividad en el cumplimiento de los mismos, la solidaridad entre los individuos y la equidad y honestidad en las relaciones tanto públicas como privadas.
Esta ciudadanía de calidad no puede ni debe olvidar su dimensión moral y ética, su dimensión política, y su dimensión o ámbito económico, y por supuesto, un ámbito estético o cultural, es decir, la nueva ciudadanía debe reconocer que es necesario seguir protegiendo valores como la honestidad, la transparencia, la rendición de cuentas, la participación ciudadana en procesos y tomas de decisión del Gobierno en la construcción del propio sistema de vida y el autodesarrollo de la persona y el acceso de la persona a los bienes culturales, a la educación, etcétera, etcétera.
Este reconocimiento de estos ámbitos puede ser capaz de crear las condiciones del auténtico disfrute de una vida digna entre todos los ciudadanos, una vida digna que sea para todos, parece a veces que nos olvidamos del otro, nos olvidamos del que forma parte de la sociedad con nosotros y pensamos egoístamente solamente en nuestras finalidades, en nuestros recursos, en nuestros bienes y no somos capaces de pensar en las necesidades de los otros y reconocer sus carencias para poder ayudarlos a solventarlas.
Ojalá que México pudiera dirimir sus diferencias y encontrar un campo sólido hacia esa ciudadanía de calidad. Esa sería la aspiración de todos los mexicanos, lamentablemente acciones como la del próximo domingo, esta mancha del berrinche, como le he yo denominado, pues solamente profundizan la polarización y poco aportan a encontrar un bien común y una idea común de México de este suelo en el que todos vivimos y todos moriremos y todos desarrollaremos nuestra vida.
Ojalá, repito, los ciudadanos mexicanos sepamos construir una mejor ciudadanía.
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