Saldos de la sucesión presidencial
La sucesión presidencial, que el titular del ejecutivo ha adelantado dentro de su partido desde hace poco más de un año, nos ha dejado saldos políticamente encarecidos, que abonan al extravío de la agenda pública y que llevan a la discusión nacional hacia temas accesorios que no aportan respuesta a las graves problemáticas del país.
Entre los saldos más destacados están, por supuesto, el de la errática agenda de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Años de no dar mantenimiento, ni preventivo ni correctivo, al metro de la ciudad, comienzan a pasar factura con accidentes, descomposturas, y fallas varias. La respuesta oficial es: sabotaje de los adversarios.
Así, la federación desplegó una estrategia ilógica: asignar más de seis mil efectivos de la Guardia Nacional a las estaciones del metro. Dos apuntes: uno, en el inverosímil caso de que hubiese sabotaje, éste se realizaría tras bambalinas, no en los andenes; dos, seis mil efectivos hacen más falta en municipios tomados por el narco.
Las consecuencias de esto, para empezar, han sido manifestaciones de protesta por la gradual militarización, que han terminado en detenciones de civiles y en operativos de vigilancia en los que personal con entrenamiento militar vigila, toma fotos, y graba videos de los usuarios del metro, mientras que zonas del país viven en un Estado Fallido.
Otro de los saldos políticamente encarecidos: la relación del presidente con la UNAM y con la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Luego de comprobarse el plagio por parte de una ministra del grupo del presidente, el ejecutivo ha elevado el discurso adverso a la división de poderes, y ahora carga contra la UNAM.
Falta menos de un año para el inicio legal del proceso electoral 2024, y el presidente –lejos de resolver problemáticas de fondo- ha encarecido los saldos políticos de la sucesión. Sube al ring a la academia, a los periodistas, al Poder Judicial, y –en general- a todos los que no suscriben su proyecto de nación.
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