Ultraderecha y Unión de Padres

Luego de la guerra civil a la que llamamos Revolución Mexicana, se logró confeccionar una reforma constitucional que pudo agrupar muchos de los intereses sociales que se pelearon durante la revuelta armada. Así, en 1917 se logró que en el texto legal quedara garantizados temas como el reparto agrario, la reforma laboral, las garantías individuales, entre otras necesidades sociales desatendidas durante el régimen político cuasi feudal que significó el porfiriato.

Uno de los temas que eran más apremiantes dentro de la constitución de 1917 fue el del Artículo 3° Constitucional, que consagró la educación laica, pública, y gratuita. Esto significó un duro golpe para dos grupos de poder convergentes: la iglesia y los empresarios de las escuelas privadas. El primero ya no podría incluir doctrinas religiosas en la educación impartida por el Estado; y el segundo vio minado su negocio.

Así, en 1917 surgió la Unión Nacional de Padres de Familia, como una reacción inmediata a esta reforma constitucional de carácter económico, educativo y social. Por ello, desde su origen, este grupo de presión ha estado ligado a las organizaciones más antiguas de la ultraderecha mexicana, y –junto con otras asociaciones conservadoras- ha ejercido oposición mediática y política contra muchas de las reformas educativas que el Estado ha pretendido implementar.

Dentro de las acciones conservadoras y reaccionarias que esta organización ha realizado a lo largo de sus más de cien años de historia nacional, se cuenta –por ejemplo- su involucramiento activo en las dos guerras cristeras: la de 1926 a 1929, y la llamada “segunda cristiada”, durante la presidencia de Lázaro Cárdenas. En estos enfrentamientos, la Unión promovió la violencia para imponer la educación religiosa en las escuelas del Estado.

Igualmente, la Unión Nacional de Padres de Familia ha sido férrea opositora a todos los intentos del Estado para impulsar programas formativos en Educación Sexual Integral. Por ejemplo, durante la década de 1970, México padecía un crecimiento demográfico sin control; entonces, el Estado incluyó en la educación básica contenidos sobre sexualidad y planificación familiar. Como respuesta reaccionaria hubo protestas y quemas públicas de libros de texto, como en el nazismo.

Dicho grupo de presión ha pretendido influir en la política educativa, oponiéndose a contenidos que impliquen educación sexual, diversidad sexual, planificación familiar, prevención de enfermedades, o instrucción en prácticas de sexo seguro para las poblaciones vulnerables de abuso o embarazo adolescente. Otro ejemplo es el vergonzante episodio del llamado PIN Parental, en el que la unión incluso llevó a tribunales su aspiración de mantener la educación pública en el medioevo.

De este modo podemos entender cómo se ha dado el debate público actual, respecto a los nuevos libros de texto gratuitos, y al modelo llamado Nueva Escuela Mexicana. Tanto los libros de texto como el modelo educativo son debatibles y perfectibles; y es nuestro deber cívico involucrarnos en ello. Sin embargo, como decía Leonard Cohen, a veces uno sabe de qué lado estar simplemente viendo quiénes están del otro lado.

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Alan Santacruz
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