Un Jefecito de Estado

Además de ser comandante supremo de las Fuerzas Armadas, el cargo del presidente de México tiene la doble naturaleza de ser tanto Jefe de Estado como la de Jefe de Gobierno; lo anterior quiere decir que recae en la misma persona el atender la política exterior de nuestro país (Jefe de Estado) así como la política interna (Jefe de Gobierno).

Mientras que la política exterior refiere precisamente a las relaciones internacionales y la representación de México frente a la comunidad internacional, en el caso de la política interior consiste en todas las acciones de gobierno dentro del territorio nacional. Es importante conocer esta diferencia puesto que permite entender el cómo cada presidente intenta imprimir su sello personal (y por supuesto el de su gobierno) cada seis años tanto dentro de México, como también en el espectro internacional.

Y por supuesto que el presidente López Obrador no ha sido la excepción, siendo por supuesto más evidente el proyecto de su transformación de la vida pública de México, por lo que como Jefe de Gobierno queda claro en donde se encuentra parado. Sin embargo como Jefe de Estado tiene muchas flaquezas, quizás sea por desconocimiento de la comunidad internacional, o por la poca prudencia diplomática que ha mostrado desde que arribó al poder en 2018.

Una cosa muy distinta es que un presidente encuentre verdaderos vínculos de amistad con algún homólogo de alguna otra nación, y otra que esas “amistades” sean la base para la política exterior de un país. Es innegable que el presidente López Obrador ha estrechado las relaciones con algunos mandatarios latinoamericanos, que para sorpresa de nadie resultan ser personajes con bastante mala reputación; y que lamentablemente bajo pretexto de esa “hermandad” ha puesto a México al servicio de intereses ajenos a las verdaderas necesidades del país.

Por otro lado la imprudencia o quizás la soberbia de un solo hombre han provocado escándalos en la esfera internacional que en primer lugar no tenían razón alguna de ser. Basta con recordar el bochornoso episodio ocurrido en marzo del 2020 cuando le fue enviada una carta al rey Felipe VI solicitándole que ofreciera una disculpa al pueblo de México por los hechos de la conquista.

Aunque no es necesario ir años en el pasado para ejemplificar esta falta de tacto por parte del presidente, quien quizás no entiende que es muy distinto utilizar el púlpito de la mañanera para atacar a sus adversarios mexicanos y otra cosa es utilizar el mismo espacio para hacer declaraciones poco afortunadas respecto a otro país. Precisamente esta semana con motivo del documento en materia de Derechos Humanos realizado por el Departamento de Estado de la Unión Americana, el presidente descalificó el mencionado documento con la palabra “bodrio” y al Departamento de Estado le llamó “departamentito”, claramente minimizando al gobierno de nuestro principal socio comercial.

Y no podemos olvidarnos del uso de la Doctrina Estrada a conveniencia. México ha sido un país a lo largo de las décadas que ha sobresalido en materia del respeto absoluto a la libre autodeterminación de los pueblos, sin embargo en el actual gobierno esta admirable práctica ha sido utilizada a la clara beneficio del presidente López Obrador, quien se queja constantemente del intervencionismo de otro países, cuando él se ha inmiscuido públicamente en asuntos propios de los peruanos y bolivianos, solamente por mencionar algunos ejemplos.

Independientemente de los resultados de gobierno, creo que en México si tenemos Jefe de Gobierno, pero en materia de Jefe de Estado hacía muchos sexenios que no teníamos una política exterior tan desequilibrada y de tan poco diálogo y colaboración; utilizando los mismos peyorativos que usa el presidente, en este  país tenemos un “Jefecito de Estado”.

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