Un mundo separado por el mismo dios

Las históricas tensiones políticas y bélicas en medio oriente, entre judíos y musulmanes, han tenido periódicas escaladas de violencia desde hace siglos. Estas escaladas se han recrudecido desde la creación del Estado de Israel, en la mitad del siglo pasado, ya que para fundar a esta nación se despojó a Palestina de amplios territorios de manera diplomática, pero también violenta.

Así, toda la segunda mitad del siglo XX se ha llenado de episodios en los que la sangre ha corrido, ya sea porque los palestinos usan la violencia para recuperar territorio, o movilizar a millares de personas que quedaron sin hogar y en condición de refugiados; o sea porque Israel ha popularizado acciones y discursos violentos contra la población palestina.

Ideológicamente hay consideraciones puntuales sobre este conflicto. Occidente, alentado por Estados Unidos, ha creado una narrativa islamofóbica en la que se equipara a los musulmanes con terroristas. Por otro lado, cualquier crítica contra las acciones violentas de Israel corre el riesgo de ser catalogada como discurso antisemita. Estas consideraciones de narrativa ideológica han empantanado cualquier entendimiento y solución del conflicto.

Peor aún. La guerra fría persistente desde hace casi un siglo entre Rusia y Estados Unidos es un factor que empeora el conflicto. Por ejemplo, cuando Rusia quiso dominar la zona de Afganistán, Estados Unidos financió, entrenó, y armó a las guerrillas afganas para pelear contra Rusia. A los años, estas guerrillas se radicalizaron y se volvieron contra Estados Unidos.

Igual sucede ahora en el conflicto entre Israel y Palestina. Estados Unidos ve en Israel a un aliado estratégico, por lo que evita desmarcarse y sancionar la violencia judía. Paralelamente, Rusia ha financiado y alentado a guerrillas radicales islámicas, porque ve en ellas una posibilidad de afectar a occidente. Este contexto se recrudece con las tensiones producto del conflicto ucraniano.

En los últimos días, una redada israelí en un campamento mató a 9 refugiados palestinos. En respuesta, un joven palestino de 21 años disparó contra los asistentes de una sinagoga, y un niño musulmán -de sólo 13 años- baleó a dos judíos en Jerusalén. A partir de ahí, han vuelto los bombardeos y el acoso con misiles por ambas partes.

No se ve que el conflicto pueda terminar pronto. Son muchos factores que avivan el fuego, desde lo territorial, lo histórico, lo ideológico; y pasan por los balances geopolíticos, para terminar presentándose simplemente como un conflicto religioso. Lo más irónico y doloroso es que, al final, ambos pueblos adoran a la misma deidad, sólo que interpretada en distintos libros sagrados.

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Alan Santacruz
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Alan Santacruz, Opinión, Aguascalientes

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