El periodismo deportivo, también puede ser poesía

POSGRADO CUBA EMILIANO

“Muy, pero muy buenas tardes”, soy Emiliano Jiménez y hoy romperé el esquema de la lectura habitual que les brindo día con día, pues más que una nota, hoy quiero aprovechar este espacio para hablar de mi experiencia en La Habana, Cuba, tierra que recordaré con todo mi amor.

La historia de cómo llegué al Instituto Internacional de Periodismo José Martí ya la conocen, pues mi Aguascalientes me llenó de abrazos cuando se anunció la noticia de que fui uno de los diez becados por la AIPS, pero debo aceptar que detrás de las felicitaciones, había mucha nostalgia y curiosidad de mi parte.

Al llegar a La Habana me percaté de los diversos matices que había en sus calles. A bordo del taxi, observé que el deporte era una parte importante, pues en cualquier camellón, parque o esquina, había niñas y niños jugando béisbol, el deporte que calienta los corazones de los cubanos.

A su vez, el calor era sofocante, pero completamente ad hoc a la personalidad de la gente que habita la bella Habana, quienes siempre serviciales y amables brindaban ayuda y hablaban de su país con una voz solo comparable al de una persona que está viviendo su primer amor.

Llegué a la residencia estudiantil para instalarme, una bella edificación color verde con un retrato del “Che” Guevara que me recibió en la entrada, el “Che” miraba el horizonte con un puro en la mano, así como si contemplara el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, el cual lucía cruzando la calle.

“Queridos viejos: Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo.

Ernesto Che Guevara.”


El Instituto Internacional de Periodismo ya me esperaba a mi y a mis colegas para el ansiado posgrado, lo que se vivió dentro del aula fue algo muy diferente, ya que ante los estereotipos y creencias de Cuba, el salón era tan festivo como la propia Bodeguita del Medio, no porque hubiera fiesta y desorden, sino por una palabra que representa a este país: Cultura.

De las propias palabras de Simón Bolivar, “Un profesor es el que te enseña, un maestro es del que aprendes”, creo que es la mejor manera de describir a todos y cada uno del equipo de docentes que impartió clases y que de paso, quisiera aprovechar para agradecer.

Al profesor Joel García, que más que una nota, hace del deporte una poesía. Al profesor Carlos González quién se preocupaba por enseñarte dentro y fuera del salón, dentro y fuera del deporte. Al profesor Ricardo López, uno de los mejores fotógrafos, no solo de Cuba, del mundo. A la maestra Idania Martínez, quien hace del solo hablar un arte. Al profesor Haroldo, el más joven de los maestros, pero que con su pasión, nos invitó a ir más allá del periodismo tradicional sin dejar de lado las raíces de esta bella labor. Al profesor Manuel Alejandro Pérez, quien impartió la clase que más me emocionaba y con quien perfeccioné algunos aspectos de la narración deportiva y que se sintió como un escaloncito más cerca de la NBA.

Las clases fueron fenomenales, más que conocimiento los maestros transmitieron emociones y experiencias que enriquecieron el estudio y me hicieron enamorarme más del periodismo deportivo.

Tuve más maestros, pero los siguientes, aunque no tengan el título de docentes, me enseñaron sus culturas, me hablaron de sus sueños, su labor en sus países y también me enseñaron, que en tan solo diez días, se pueden dejar marcas positivas en el corazón.

Así como me quedo con las enseñanzas de mis maestros, me quedo con las enseñanzas de mis compatriotas Adán Quintana e Ibrahim Mayoral, quienes desde Mexicali cuentan las historias de aquellos atletas que representan a nuestro país en su podcast “Archivo de Cancha”. También con las de Yossi y Kevin, quienes a su corta edad, trabajan e innovan para el Comité Olímpico de Nicaragua.

Aprendí de Manuela Lobo, quien desde Colombia, se encarga de darle voz y reflector a los para atletas. De Emma Ramos, quien con su proyecto de “Cipotas”, ha dado proyección al deporte femenil de Honduras.

Del dúo dinámico de Ecuador, Selena y Mariuxi, quienes con entusiasmo le dan luz al fútbol femenil de su país. De Leo y Sebas, quienes imprimen su pasión y amor por sus equipos, con Sebastián, Jaguares UAM en Nicaragua y con Leo, Wilstermann de Bolivia. Por cierto Leo: “¡Arriba Bolivia!. De Ronald, quien con su canal “Los Irreverentes del Fútbol”, ha llegado a grandes números de audiencia en Centroamérica.

Y por supuesto, a mis compañeros cubanos, Norys, Roberto Carlos, Arian, Carlos Manuel y Jean Carlos, todos ellos grandes profesionales, guerreros y con una preparación impresionante para desarrollar el periodismo deportivo. Y claro, al que dejó los mejores retratos del viaje, Endrys Correa, quien con su cámara capturó todas aquellas fotos que en cuanto pise México, imprimiré para mi álbum.

Me voy de Cuba ansioso de aplicar lo aprendido en pro de mejorar mi labor en BI Noticias, en el programa de “En la Cancha”, “Pasión Necaxa” y por supuesto en las narraciones de baloncesto que ustedes disfrutan, pero también me voy con el corazón un poco agrietado, pues los lazos y la dinámica que viví en estos días en La Habana fueron una experiencia que, como bien se anticipó, iba a ser única en la vida.

También quisiera hablar del país que me abrió los brazos estos días. Cuba es un país alejado tanto geográficamente como socialmente, pues en este paraíso la vida sigue aún sin los adelantos tecnológicos que tanto halagan en otros lados del mundo, aunque debo aceptar que en mi caso, agradecí desintoxicarme de muchas cosas, aunque claro, esta no es mi realidad.

Aún con ello, la gente es feliz y cálida, son orgullosos de su patria y seguros del porvenir aunque no siempre sea azul clarito el panorama y es justo en ese optimismo en el que radica la verdadera personalidad de Cuba, un paisaje pintoresco con los amigos de toda la vida jugando ajedrez en una casita donde suena Compay Segundo.

Ahora más que nunca entiendo aquellas letras de Celia Cruz, quien claramente nos enseñó que la vida es un carnaval, pero que también habló de su tierra de una manera nostálgica en las siguientes estrofas:

“Y siempre me sentí dichosa de haber nacido entre tus brazos

Y aunque ya no esté, de mi corazón te dejo un pedazo

Por si acaso… por si acaso no regreso”.

 

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