Democracia y gobernabilidad
La democracia es necesaria, gane quien gane. En ese sentido, la democracia no es sólo un mecanismo para que una fuerza política u otra se haga con el poder, sino un mecanismo que asegure la gobernabilidad y que garantice que el acuerdo político sirva institucionalmente a la manutención del pacto social.
Por ello, sirva revisar algunos episodios históricos en los que la gobernabilidad ha estado en juego; y en los que el pacto social se ha roto o se ha mantenido, con los resultados que ya conocemos a partir de los sucesos ocurridos.
Primero. En el México de 1988, luego de la elección presidencial en la que el entonces Secretario de Gobernación y hoy funcionario federal, Manuel Bartlett, anunció la “caída del sistema” con la que se cometió el fraude electoral contra el triunfo real de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano; la agitación social era lo suficiente como para romper la gobernabilidad y llevar el pacto social al caos. Sin embargo, Cárdenas privilegió la civilidad y -a pesar de saberse víctima de fraude electoral- pudo contener a su movimiento en pro de evitar la revuelta.
Segundo. Igualmente, en México, pero en la elección presidencial del 2000, el presidente saliente Ernesto Zedillo salió a la televisión nacional a dar un mensaje sobre la valía de la democracia en el que aceptaba la derrota de su partido, y anunciaba el triunfo del candidato opositor Vicente Fox; a pesar de los reproches que le hizo la base de su propia fuerza política.
Tercero. También en México, posterior a la elección presidencial de 2006 luego de su derrota electoral, Andrés Manuel López Obrador tomó la avenida Reforma, en la Ciudad de México durante mes y medio, para presionar a los órganos electorales con el fin de que le reconocieran el triunfo, ante la imposibilidad constitucional y electoral, López Obrador se autoproclamó “Presidente Legítimo”.
Cuarto. En noviembre de 2020, en Estado Unidos, el presidente Donald Trump comenzó a propagar la mentira del fraude electoral para que su base de seguidores protestara contra el triunfo de Joe Biden. Esta propagación de la mentira produjo en 2021 que una treintena de terraplanistas disfrazados de los Picapiedra tomaran el capitolio, irrumpieran en la sesión legislativa de conteo de votos, y amenazaran de muerte a miembros del poder legislativo. Todo impulsado por la necedad del presidente saliente por aferrarse al poder.
La democracia es necesaria, gane quien gane. En ese sentido, la democracia no es sólo un mecanismo para que una fuerza política u otra se haga con el poder, sino un mecanismo que asegure la gobernabilidad y que garantice que el acuerdo político sirva institucionalmente a la manutención del pacto social. Por eso, es peligroso que, ante el temor de la derrota, el poder difunda cuentos sobre un hipotético “golpe de Estado técnico” con el que luego pueda amenazar con la propagación de una revuelta.
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