Desorden generalizado

Hace muchos años que nuestra ciudad dejó de ser el “pueblo quieto” que algunos añoraban. Muchos años que se acabó la “Arcadia feliz” como nos bautizara el presidente José López Portillo y por lo que se ha visto en las pasadas celebraciones religiosas los “corazones calientes” que festinara su Santidad Juan Pablo II se están enfriando ante la multiplicación de los llamados antros, de los expendios de vinos y licores y ante fenómenos que, por lo que se dice, proliferan cada vez más, que denotan la presencia de la delincuencia organizada.

Hace unos días las máximas autoridades del estado señalaban la necesidad de fortalecer la enseñanza y la práctica de los valores y la conveniencia de establecer una vigilancia redoblada para evitar que, especialmente en algunas colonias, los jóvenes permanezcan en altas horas de la noche en la vía pública como posibles blancos de la delincuencia o ellos mismos como agentes del vandalismo y el desorden.

Seguramente la mayoría de los aguascalentenses estamos de acuerdo en la necesidad de recuperar la paz y el orden que se han ido deteriorando a pasos agigantados en los últimos años, y no me refiero a los graves hechos de sangre, secuestros y ataques a edificios de seguridad pública y a los propios agentes del orden, sino a la vida de un día común en nuestra ciudad. El tránsito está desquiciado, los ciclistas invaden las áreas peatonales, circulan en sentido contrario, no se hayan equipados, suben a las plazas y jardines ante la mirada indiferente de los agentes de tránsito que quizás tengan ordenes de no molestarlos, de otra manera no se explica la pasividad; los motociclistas se apropian de las calles y circulan sin precaución atenidos a que, la mayoría de los automovilistas aprudentamos para evitar accidentes. Se multiplican los dueños de las calles, que pintan señales de tránsito apócrifas, que utilizan botes con concreto para apropiarse de espacios de estacionamiento, de otros que utilizan rejas de madera, de los que con piedras o ladrillos marcan sus espacios y los que inventan cocheras donde no hay.

Según las declaraciones sorprende que el área de la feria se convierta en la cantina gigantesca que no quisiéramos para Aguascalientes, frente a las medidas restrictivas en las colonias en la feria los bares y cantinas, llámeles como les llamen, permanecerán abiertos hasta las 5 de la mañana. La Feria, a cambio de ser un pingüe negocio para algunos y una forma de supervivencia para otros, tiene un costo social que no hemos ponderado.                                          

Es todo por hoy, hasta una próxima, si la hay.

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Jesús Eduardo Martín Jáuregui
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