El impacto "Kissinger" en Aguascalientes
El miércoles pasado murió Henry Kissinger, el gran arquitecto de la política exterior de los Estados Unidos, y en buena medida, de la política internacional global durante la segunda mitad del siglo pasado, y conviene recordarlo en el contexto de una visita un poco olvidada que hizo a Aguascalientes en los años 90’s, para hablar del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y con Canadá.
Vale la pena recordarlo porque en política, los grandes cambios se alcanzan con decisiones basadas en la experiencia, el buen juicio, la intuición fina, una adecuada gestión del riesgo, conocimiento, información y la comprensión de la historia, justo lo que Kissinger, de alguna manera, vino a compartir al estado.
En 1992, cuando empezaba mi gobierno, Aguascalientes era un estado pequeño, ordenado, urbano y razonablemente eficiente, las relaciones con los empresarios locales en esos años estuvieron definidos por varios factores, que en distintas formas estaban interconectados, por una parte era un colectivo muy heterogéneo, desde los comerciantes tradicionales hasta los inversionistas extranjeros, pasando por empresas grandes, en aquel tiempo con muchos problemas por distintas razones, o bien, las empresas igualmente grandes, pero que ya pintaban para ser sumamente exitosas en el nuevo contexto económico nacional e internacional que surgió a partir de los años 90´s, por consecuencia, el gobierno estatal tuvo que reconocer esa realidad y actuar dentro de ella tratando de promover, en los actores económicos, una interpretación correcta, una especie de llamémosle “pedagogía”, acerca de los cambios que estaban ocurriendo en México y en el mundo, y una genuina modernización empresarial. En suma, gestiones y cuestiones de esta naturaleza se presentaban, y en la medida de lo posible tratábamos de colaborar.
En esa línea, en noviembre de 1993, invité a Henry Kissinger a venir a Aguascalientes a dar una plática, reunirse con empresarios y visitar algunas plantas de capital estadounidense, el objetivo era que explicara cómo se estaban produciendo los reacomodos geopolíticos y económicos en el mundo, por qué el Tratado de Libre Comercio podría ser un juego de ganar-ganar y cuáles eran sus ventajas. En la conferencia quien partió en Expo Plaza, donde había unas mil personas, hizo un recuento detallado de estos temas y casi hacía el final ante la pregunta del público respecto de dónde veía a México en 25 años, sin dudarlo, respondió: “Será como Corea del Sur”, que era el emblema del rápido desarrollo en Asia en esos momentos.
Esa noche, más tarde, lo invité a cenar y ahí dio una explicación más puntual, señalando como la vecindad mexicana con Estados Unidos, y la posibilidad de formar un genuino mercado económico de América del Norte, era una gran oportunidad. Ciertamente, el Tratado de Libre Comercio fue un importante éxito para México, del que Aguascalientes y otros estados se beneficiaron y los datos lo corroboran, por ejemplo, la inversión nacional y extranjera de mayor tamaño y peso, entendió que el Tratado de Libre Comercio era una coyuntura extraordinariamente favorable, ese fue el caso, por ejemplo, de Nissan, que abrió en Aguascalientes su primera armadora de vehículos el 30 de noviembre de 1992, y vio que era su oportunidad de cumplir con el valor de contenido regional exigido, es decir, el porcentaje que indica en qué medida una mercancía, en este caso autos, ha sido producida en la región del tratado, que en ese momento era del 62.5% para el sector automotriz y así exportar fácilmente a Estados Unidos y Canadá. De hecho, en la actualidad casi el 94% de la producción automotriz mexicana se exporta y en vehículos ligeros el 77% o más, va para el mercado norteamericano. Hoy, 30 años después de que inició el tratado, Nissan tiene tres armaduras en Aguascalientes, operan probablemente más de 150 empresas proveedoras de partes y componentes, y el cluster automotriz en su conjunto representa casi el 35% del Producto Interno Bruto estatal.
Pues bien, puestos en la balanza, la coyuntura del Tratado, la coordinación de todos los actores, la estrategia local y la continuidad de políticas en distintos gobiernos, funcionaron con enorme eficacia, la moraleja es que los gobernantes deben saber escuchar, llamar a las personas que saben más que uno, tener disposición de aprender y a recoger buenas ideas, eso fue lo que de alguna manera aportó Henry Kissinger a Aguascalientes.
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