El poder absoluto corrompe de manera absoluta

¿Sabía usted que muchos gobernantes han requerido terapias psicológicas previo a su salida y después de dejar el cargo? Todo tiene una explicación lógica, en ese momento existe un duelo, una pérdida significativa, pasan de saberse poderosos, respetados, con un gran peso sobre la vida de los demás y sobre el rumbo de un Estado, tienen todos los reflectores, un buzón lleno de invitaciones, regalos en su puerta, casa y oficina, su nombre aparece en todos los diarios, su voz en las noticias, sus declaraciones generan movimientos y hasta polémicas importantes, cada día hay una nueva columna que aplaude o que critica pero lo importante es “estar”.


Para cuando todo aquello haya terminado, encontrarán un buzón vacío, no habrá cámaras en su frente ni decenas de micrófonos a la altura de su boca, no habrá decenas de llamadas al día, asistentes para cada evento, no habrá agendas desde que despierta hasta que la noche cae profundamente, no habrá quien escuche sus palabras como una orden y hasta como una obligación imperante, no habrá saludos desvividos, por no decir saludos hipócritas, no habrá más que el recuerdo de lo que un día fue y lo que ya no será.


No soy psicóloga pero sí soy reportera, así que busqué a un especialista para consultarle si la enfermedad del poder es un trastorno o enfermedad mental y, de acuerdo a Aurelio Coronado Mares, miembro del Behavioral Sciences Lab, “no existe trastorno clínico referente a la enfermedad del poder, pero sí hay otros trastornos de personalidad que buscan el poder, por ejemplo un psicópata busca el poder estratégicamente y utiliza a las personas alrededor como instrumentos para llegar a la conveniencia de sus intereses que están por encima de todos, también las personalidades narcisistas buscan el poder a través de la instrumentalización de las personas sin importar la dignidad o humanidad de la gente que usa para sus fines; el trastorno de límite de personalidad también podría funcionar de forma similar. Por otro lado también podría analizarse a aquellas personas que se transforman con el poder, pues el poder ilimitado corrompe de manera ilimitada, el poder absoluto corrompe de manera absoluta, es decir, no se trata de cualquier poder, sino de  un poder en el que no hay igualdad, no hay transparencia, en donde no se le pueda exigir cuentas a alguien”.


“Enfermo de poder” es un término que se utiliza para describir el comportamiento destructivo que algunos políticos desarrollan cuando ocupan cargos de poder. Este comportamiento puede incluir arrogancia, falta de empatía y corrupción. La enfermedad de poder es un problema que ha afectado a líderes políticos en todo el mundo y ha causado daños significativos a la sociedad.


Una de las principales causas de la “enfermedad de poder” en los políticos es la falta de rendición de cuentas. Cuando los políticos no son responsables de sus acciones, pueden sentir que están por encima de la ley y que no hay consecuencias por su comportamiento. Además, los políticos que se sienten impunes pueden ser más propensos a tomar decisiones imprudentes o egoístas.


Los políticos que están infectados con la enfermedad de poder pueden tomar decisiones que benefician a ellos mismos o a sus amigos cercanos, en lugar de hacer lo que es mejor para la sociedad en su conjunto. Esto puede conducir a políticas injustas, corrupción y falta de confianza en el gobierno.


Para prevenir la enfermedad de poder en los políticos, es importante establecer sistemas de rendición de cuentas y transparencia. Los políticos deben ser responsables de sus acciones y sus decisiones deben estar sujetas a escrutinio público. En pocas palabras si hubiera un tratamiento para este padecimiento la medicina en su receta sería: una alta dosis de transparencia.

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Rocío Gutiérrez
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