El Súper Peso
La mayoría de los tipos de cambio internacionales, en los últimos meses, han perdido terreno frente al dólar estadounidense, mientras la moneda mexicana, denominado recientemente por analistas como súper peso, ha alcanzado su mejor nivel en tres años -recordemos que al final del sexenio de Enrique Peña Nieto se pagaban casi 21 pesos por dólar contra los 18.75 que se pagan hoy-. Esto se traduce en confianza por parte de inversionistas y en estabilidad para el mercado interno.
El éxito de nuestra preciada moneda es sin duda resultado de una planeada política económica. El combate a la corrupción, la austeridad republicana, la responsabilidad en el gasto, el ahorro, la inversión pública, la política social y sobre todo el no endeudamiento han sido componentes determinantes para fortalecer nuestras finanzas. No olvidemos que durante la pandemia, en momentos de zozobra para los mercados, las economías emergentes recurrieron, en su mayoría, a créditos internacionales para hacer frente a la emergencia. México en cambio, no sólo no se endeudó, sino que además de atender la contingencia sanitaria, avanzó con los proyectos económicos estratégicos como el AIFA , la refinería Dos Bocas, el corredor interoceánico y el Tren Maya.
A la estabilidad de nuestra moneda y a una inflación sostenida en niveles razonables, hay que añadir el histórico aumento al salario mínimo, la firmeza del precio de la gasolina y el incremento en los días de vacaciones, lo cual, además de las becas y pensiones, se traduce en bienestar y estabilidad, cosa que deriva en un escenario altamente atractivo para inversionistas.
México comienza a recuperar las ventajas competitivas que perdió hace décadas.
La fortaleza de nuestra divisa y la confianza que hoy, los inversionistas extranjeros tienen en nuestro país, echa por la borda los argumentos de los agoreros del desastre que afirmaban que una economía centrada en el bienestar social era incompatible con el desarrollo competitivo de los mercados. El gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador le demuestra al mundo que es posible una economía moral que centre su atención en los menos favorecidos y en el desarrollo de la competitividad empresarial, ambos postulados pueden coexistir perfectamente, por ello el principio “por el bien de todos, primero los pobres” no solo es técnicamente viable sino humanamente impostergable.
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