Estado de Derecho
Probablemente, desde que se empezó a hablar de ventajas competitivas, de esto hace ya más de 30 años, todos los índices o reportes nacionales e internacionales hacen hincapié en que entre los factores cruciales del progreso y el bienestar de los países, en primerísimo lugar destacan la preservación del Estado de Derecho en los niveles de seguridad, dos aspectos en los cuales, México y muchos estados, han sufrido un deterioro más que evidente, quizá el más grave en los últimos tiempos.
El fenómeno es, sin duda, de enorme complejidad y todo parece indicar que no hay recetas únicas, sencillas o rápidas, y que antes bien, esta crisis se ha ido expandiendo hacia regiones que antes no mostraban signos de deterioro, o bien, que guardaban condiciones y guardan condiciones sociales y económicas buenas, y, por tanto, parecían estar más o menos inmunes a estos problemas.
La gran duda es si estamos comprendiendo a cabalidad la naturaleza del problema, una condición indispensable para saber qué hacer. La primera manifestación tiene que ver con la violencia, los homicidios, los cuerpos tirados en las carreteras, los delitos patrimoniales como el robo en sus distintas versiones o tragedia escandalosas como la muerte de varias decenas de migrantes en Ciudad Juárez, como es lo más visible, mediáticamente, da la sensación a veces de que nos hemos acostumbrado a estos hechos, y peor aún, que han pasado a formar parte de una cierta normalidad. Pero más allá de esa manifestación, hay un complejísimo entramado de otros componentes, que de pronto aparecen como la humedad y solo nos damos cuenta hasta que la casa está inundada. Uno de ellos es lo que se ha llamado el quiebre del tejido social, de lo que venimos oyendo también hace décadas, sin entender bien a bien de qué se trata o cómo reconstruirlo, pero hay más que eso. La segunda expresión es que la criminalidad y la delincuencia es una hidra con demasiadas cabezas y eso hace crecientemente difícil erradicarlas de fondo, es decir, en algún momento no es que las autoridades federales, estatales o municipales, no quieran hacerlo, sino, simplemente no pueden porque el fenómeno se ha vuelto demasiado enredado, de modo tal que no se sabe por dónde empezar. El tercer punto es, que detrás de todo hay un componente económico todavía más difícil de localizar y entender, es decir, detrás de la Comisión de determinados delitos, hay quien los organiza, quién produce mercancías ilícitas, quien las comercializa, quién las distribuye, quién las cobra y quién lava los recursos ilegales en actividades que en principio suenan legales. Según las Naciones Unidas, el sector inmobiliario es el favorito para lavar ese tipo de dinero y supera en torno al 2% del producto interno bruto global, pero no es el único, allí entran también los sectores financieros, los servicios y el transporte en sus distintas modalidades, México ocupa el puesto número 68 entre 125 naciones por su grado de vulnerabilidad ante lavado de dinero, y algunas fuentes estiman que en México se lavan entre 18 mil y 44 mil millones de dólares al año, más todavía, un grupo muy serio de expertos que analizan datos públicos, calculó la semana pasada, que unos 4,400 millones de dólares de los 58 mil que en total llegan por las remesas, podrían estar vinculados con actividades ilegales, es decir, un 8%.
Finalmente, todo lo anterior se expresa en la vida cotidiana, en la vida normal de las ciudades y de los estados, porque algunos de los participantes, en los circuitos de la ilegalidad, pasan gradualmente a formar parte de la comunidad y socializan de una manera tan normal, como cualquier otro habitante. Cuando eso pasa, la humedad ya está adentro de la casa, en suma, todo ello, naturalmente impacta al crecimiento, a la tranquilidad, al bienestar y la capacidad que los gobiernos tengan para neutralizar el problema en el corto plazo será decisiva para el futuro del país y de todos los estados.
Hasta aquí mi comentario.
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