Gato Político: Morena Empieza con el Pie Izquierdo al Encerrar el Debate

El juego del gato, o tres en línea, es uno de los pasatiempos más sencillos que existen. En él, dos jugadores intentan alinear sus marcas en una cuadrícula 3x3. Sin embargo, hay una estrategia menos obvia que consiste en acorralar al oponente, ocupando tres esquinas del tablero, limitando sus movimientos y garantizando una victoria o, al menos, evitando una derrota. Esta táctica, que parece inofensiva en un simple juego, resulta preocupante cuando se traslada al ámbito de la política, especialmente cuando se trata de decisiones que afectan el futuro de una nación.
En México, la reciente reforma al Poder Judicial impulsada por Morena ha despertado una reacción significativa, sobre todo entre los jóvenes. Tras leer el texto y manifestar su desacuerdo, quienes lo critican se han enfrentado a una serie de descalificaciones. La consigna de "lean la reforma" ha sido repetida en múltiples foros, pero lo que resulta problemático es que, cuando aquellos que la leen señalan puntos de preocupación, son etiquetados de manera casi automática como neoliberales o como personas que simplemente no han entendido el contenido. Así, se ha construido una narrativa que recuerda a la táctica del gato: acorralar a los críticos, limitar sus opciones de debate y evitar cualquier posibilidad de discusión real.
Esta actitud no solo es preocupante por lo que implica para el contenido de la reforma en sí, sino por el precedente que sienta en la forma en que el gobierno maneja el disenso. En lugar de fomentar un diálogo abierto, en el que diferentes perspectivas puedan coexistir y ser discutidas, el enfoque ha sido descalificar y minimizar a quienes piensan distinto. Esto no solo erosiona el debate democrático, sino que refuerza una percepción de autoritarismo en la manera de gobernar. En un país que se enfrenta a profundos retos en términos de justicia, equidad y democracia, el cierre del espacio de diálogo representa un riesgo latente, ya que sin discusión, no puede haber progreso real.
La retórica utilizada por Morena en defensa de la reforma parece diseñar un círculo cerrado de argumentos que hace prácticamente imposible cuestionar las decisiones tomadas por el gobierno sin ser descalificado. Aludiendo a figuras históricas como Benito Juárez, el discurso oficial remite constantemente a la idea de la independencia de los poderes y la soberanía popular. Sin embargo, es importante recordar que Juárez no solo luchó por la independencia de los poderes, sino también por el respeto al derecho ajeno. Hoy, cuando la respuesta ante la crítica es desestimar o atacar al crítico, se contradicen esos principios juaristas. ¿Qué tipo de democracia se puede construir si las voces disidentes son silenciadas o etiquetadas como enemigas?
Claudia Sheinbaum, presentada como la sucesora natural de la Cuarta Transformación, ha seguido esta misma línea. Ante las críticas provenientes de los jóvenes, su respuesta ha sido un frío y despectivo "lean la reforma". Este gesto, lejos de abrir un espacio para el debate, se percibe como una muestra de arrogancia y de falta de disposición para escuchar a una de las poblaciones más activas políticamente en México. Recordemos que muchos de estos jóvenes fueron quienes salieron a las calles en el pasado para exigir justicia, derechos y cambios profundos en el país. No escuchar sus voces no solo es una estrategia equivocada, sino que contradice el espíritu de lucha que tanto se evoca en la retórica oficial.
El uso recurrente de figuras históricas como Salvador Allende o Emiliano Zapata por parte de Morena es, en este sentido, irónico. Mientras el discurso exalta a estos héroes como ejemplos de resistencia y lucha por los oprimidos, la realidad es que las prácticas políticas actuales parecen distanciarse de esos ideales. Salvador Allende defendió la democracia hasta el último aliento, resistiendo un golpe militar que terminó por derrocarlo. Al citarlo, Morena debería recordar que la verdadera fortaleza del poder reside en la capacidad de escuchar, dialogar y gobernar con respeto hacia todas las voces, no solo hacia las que están de acuerdo con su visión.
Por su parte, Emiliano Zapata es presentado como el símbolo de la defensa de los oprimidos, el luchador incansable por los derechos de los campesinos y las clases marginadas. Sin embargo, cuando los gobernantes desestiman las críticas de aquellos que alguna vez los apoyaron, se alejan peligrosamente de esos ideales que juraron defender. En lugar de utilizar la figura de Zapata como un recurso retórico, es necesario que quienes ostentan el poder hoy se pregunten si realmente están honrando el legado de quienes lucharon por un México más justo y equitativo.
La juventud mexicana no ha dejado de ser revolucionaria. Continúa exigiendo cambios y justicia, y está dispuesta a luchar por un México mejor, a pesar de las dificultades. El gobierno, y en particular Claudia Sheinbaum, tiene una oportunidad invaluable: demostrar que están dispuestos a hacer las cosas de manera diferente, abriendo el debate y escuchando a quienes piensan distinto. El país se encuentra en un momento crucial, y en lugar de cerrar el espacio para la crítica y descalificar a los opositores, Morena debe buscar construir un diálogo verdadero, equilibrando el ejercicio del poder con los principios democráticos que alguna vez defendió.
Solo a través de una apertura al diálogo y un respeto genuino por todas las voces se podrá evitar el autoritarismo y construir un México donde todos, independientemente de su visión política, puedan participar en la construcción del futuro. La estrategia de acorralar a los críticos, como en el juego del gato, solo llevará a un país más dividido, menos democrático y con menos oportunidades de crecimiento y justicia para todos.

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