¿Justicia o Venganza?
Todavía indignado por el abuso de autoridad y maltrato de la policía a un repartidor de comida que, como todos sabemos violan la totalidad de las reglas de tránsito a ciencia y paciencia de las policías, pero que por alguna extraña razón esta vez, suscitó la ira de unos descocados que amparados en el uniforme aplicaron malos tratos a los que eufemísticamente llaman protocolo. Lamentablemente para aplicar el protocolo se requiere criterio y éstos no lo tenían.
Sin reponerme digo, ayer vi la grabación distribuida por la policía, a todos les veo iguales e igual me provocan miedo no temor, de una cacería infame a un desgraciado desarrapado que inútil y torpemente trataba de huir de sus acosadores, que, con armas largas y en clara mayoría númerica, le acosaban y estrechaban el cerco, hasta que a mansalva le dispararon hasta asesinarlo. El boletín decía “enfrentamiento de malandros con la policía culmina con el abatimiento de uno de los criminales”.
El presunto malandro no podría huir, le tenían cercado y alguien, o en conjunto el agrupamiento le habían dictado ya sentencia de muerte que se cumplió proditoriamente con todas las agravantes de un homicidio calificado: premeditación, alevosía y ventaja.
La grabación es estremecedora, divulgada sin ninguna advertencia y sin restricciones para que la pudieran ver incluso menores. Un espectáculo estrujante, mientras el pobre diablo corría desesperado, los del pelotón de fusilamiento le cercaban cada vez más, los disparos, varios, finalmente hicieron blanco en su objetivo, como una liebre, como una rata, como una alimaña, le mataron los justicieros.
No podemos alardear de tener un estado de derecho cuando sin juicio previo se asesina a un presunto delincuente que, ya no ofrecía resistencia, como cualquiera puede constatar en la cacería, que a estas alturas, ya se hizo viral. No se si más grave, pero si igualmente preocupantes son los comentarios que casi a la par de los que reprueban el acto, lo justifican. Desde los que aplauden hasta los que lo consideran un final necesario para el que se aparta de la ley. ¿Hasta dónde la violencia ha impregnado las mentes y los corazones de los que se ufanan por estas conductas bárbaras que se ampararían en una ley del Talión, desechada hace más de 8,000 años?. No me queda duda que, a la par de esa deformación moral, ¿campea también la desconfianza en el sistema de procuración de justicia?
Espero que las Comisiones de Derechos Humanos cumplan con su obligación. Este asesinato proditorio no debe quedar impune.
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