La elección a "modo camarada"

Los mexicanos seguimos entrampados en estas interpretaciones caprichosas y a modo “camarada” que se han estado dando de los acontecimientos.

En primer término, una reforma inconclusa con un mandato constitucional, sí, pero con una ausencia grave de legislación secundaria. Esto es que la materia electoral esté perfectamente legislada con la materia de elecciones judiciales y complementar el proceso legislativo, pero la prisa era tal que, es la culpable de todo lo que está aconteciendo.

Nadie puede negar en un principio de legalidad que si la Constitución dice que hay elecciones judiciales, pues las habrá. Pero también, nadie puede negar que si no existen las condiciones procedimentales, es muy difícil hacer una elección. Recordemos al filósofo español Ortega y Gasset, el mísero detalle de la democracia es el procedimiento electoral. Sin esto no se puede.

El servicio profesional del Instituto Nacional Electoral hizo lo posible para sacar de adentro el profesionalismo y la ética para poder darle legalidad a este proceso electoral en el que solamente uno de cada diez mexicanos acudieron a las urnas y dieron una suerte de sí al proceso electoral. 

Seguido de un acordeón que viene a atrofiar la autonomía y la libertad del elector, que es una condición constitucional que tiene otorgada para poder transitar su boleta en voto.

Pero si fuera todavía, no solamente los problemas de que no existió sistema de información de la jornada, no hubo cadena de custodia, no hubo programa de resultados preliminares, ni hubo cómputo, ni escrutinio, se rompió con la regla fundamental de que es la ciudadanía quien organiza la elección y la autoridad simplemente administra el procedimiento.

Pero en estas interpretaciones a modo “camarada”, hoy resulta que 7.5 y 7.6 pueden redondearse a ocho. Cuando el derecho dice ocho, es ocho. Puede ser más, pero no menos.

La idea de salvar la nomenclatura de quienes están en el poder me parece ominosa, por lo menos que pueda yo considerar. De suerte tal que, el legislador mexicano debe de aceptar que hizo un trabajo inconcluso y que hay un mandato constitucional pero también ausencia normativa de procedimiento. Insisto, esto es fundamental para la salud de la República.

Imagínense ustedes, si en 2006 aparece un acordeón luego de un triunfo -el candidato triunfador con el 0.56% de diferencia-, y sale uno de esta naturaleza, pues ¿qué hubiera pasado?

Aún así, sin el acordeón, don Andrés tomó las oficinas del Instituto Federal Electoral por más de 60 días. Tomó las calles, hizo un gran escándalo nacional, pero que no le fue comprado de manera internacional, porque el procedimiento electoral fue cabal, se cumplió. Porque ese es el principio de legalidad y el éxito del servicio profesional electoral, que no es un servicio de ocurrencias ni al servicio de alguien.

De más de 340 procesos electorales, el servicio profesional ha garantizado que no ha habido gota de sangre, que la transición del poder se ha hecho de manera pacífica, que se ha cumplido con la legalidad y que los actores han quedado satisfechos en la impartición de la justicia electoral en los tribunales correspondientes.

De este número de elecciones, más de 340, el 70% en estas últimas más de tres décadas ha correspondido a alternancias. Y de esas alternancias, más del 80% han sido triunfos de Morena y aliados. Han sido triunfos legales.

El primero de junio el Instituto Nacional Electoral hace una legalidad con una reforma inconclusa, pero la legitimidad viene desde la sociedad desde el cuerpo electoral.

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Ignacio Ruelas
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