La elección presidencial

Por estos días, las candidaturas de mayor fuerza política para competir por la presidencia de la república para el año 2024 se encuentran en fase de definición. Xóchitl Gálvez ya es prácticamente la candidata del Frente Opositor y en los próximos días se dará a conocer si es Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard van por Morena. El Frente llega a este momento sin cumplir con las reglas que ellos mismos se impusieron, especialmente porque hubo dudas por la falta de transparencia que denunció el aspirante Jorge Luis Preciado, por la forma en que fue desplazada la candidatura de Beatriz Paredes y finalmente por no atender la realización de la consulta programada. Eso sin contar con las renuncias de organismos ciudadanos desde el principio de la contienda interna y la presencia inobjetable de la clase empresarial del país, en demérito de la fuerza partidista de la Coalición.

En el caso de Morena, las encuestas han indicado hasta ahora que Claudia será la ganadora y que su propuesta gubernamental consistirá en seguir el camino recorrido por López Obrador en la presidencia de la república con la idea de la Cuarta Transformación. Llega con una fuerza que será también su limitación en caso de ganar. Xóchitl Gálvez no se ha distinguido por tener un proyecto de nación claro. Su propuesta ha sido hasta ahora combatir los proyectos de AMLO. Llega a la candidatura presidencial sin tener una estructura de apoyo propia y externa a los partidos que la apoya, como sucedió en su momento con Vicente Fox, Felipe Calderón, Peña Nieto y el propio AMLO, una circunstancia en la que se verá en desventaja a la hora de seleccionar quiénes serán los candidatos a ocupar un lugar en el próximo Congreso de la Unión. En este escenario solo queda pensar que su candidatura responderá a un modelo de mercadotecnia de amplio espectro, basado en su personalidad.

En suma, el Frente Opositor llega con una candidata que le ha dado oxígeno y esperanza al Frente para ser competitivos, y Morena arriba al mismo escenario con una estructura electoral amplia y muy sólida soportada en el apoyo de más de 20 gubernaturas, con una imagen presidencial de alta popularidad y en un contexto económico y social con indicadores a su favor, para efectos de movilización por el voto. En cualquier caso, habrá un escenario de incertidumbre hasta el día de la elección y la única verdad que sobrevivirá al final de esta contienda será que el ganador o ganadora tendrá que alternar con una oposición fuerte. Esto quiere decir que el que gane no ganará todo, y el que pierda no perderá todo. Habrá pues un imperativo de negociación para el que nos debemos preparar todos, no solo los partidos políticos.                     

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Andrés Reyes Rodríguez
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