La navidad según la presidencia municipal

En aquel tiempo el líder de la tribu de los lapones ordenó que acudieran a Belén para llevar a cabo el censo de habitantes del Polo Norte a todos los integrantes de aquellos grupos, nacidos, vecinos o avecindados que ya hubiesen pasado dos noches polares antes del censo. José y María que esperaban el nacimiento de la criatura anunciada por un ángel del señor que, enfundado en una gruesa piel de oso polar y en un trineo volador tirado por doce cisnes polares, había sorprendido a María comunicándole la voluntad del señor.

Cuando arribaron a Belén todos los hostales, alojamientos y albergues se encontraban ocupados, todos bien avituallados con grasa de ballena, carne de caribú, carne seca, arenques, aceite y leña. En todos los lugares se toparon con la mala disposición de los vecinos no acostumbrados ni dispuestos a recibir visitantes. Los pingüinos (ya se sabe que en el Polo Norte no hay pingüinos, pero en los anuncios navideños los ponen y yo también los pongo) miraban asombrados a la pareja y algunos esquimales despistados que iban rumbo a su casa los veían con extrañeza. No era hora para andar el fresco con el frío que estaba haciendo. Los peregrinos cansados, especialmente María con la carga de su avanzada preñez. Sus renos cargados con sus pertenencias, que, aunque escasas eran impedimenta para el viaje, venían cansados y mohínos, En las goteras del poblado avistaron un iglú deshabitado que decidieron ocupar, Algunos esquimales curiosos se acercaron porque la estrella polar desde la Osa Menor apuntaba sus rayos para el techo del iglú que reflejaba extrañamente las luces y creaba un resplandor celeste sobre la vivienda ocupada. El lobo líder de una manada y un manso alce se acercaron a María que estaba a punto de dar a luz y con su vaho calientito entibiaron el ambiente donde nació el divino niño. Esquimales, lapones, focas, lobos marinos, lobos y demás criaturas polares entonaron raros pero agradables coros anunciando el nacimiento del redentor.

Al día siguiente llegaron tres personajes, tres magos, tres reyes, que todo esto eran, norteados por la Estrella Polar, para adorar al recién nacido, ataviados en curiosos y afelpados trajes rojos con relleno de plumas de ganso y vistas de zorro blanco. Traían ofrendas: refrescos de cola, docenas de hot dogs y cervezas bien frías, cantando a coro Felices Fiestas.

Si el desorientado lector encuentra algo diferente este relato a la tradición, dese una vuelta a la Plaza de Armas y verá que está inspirado en el decorado navideño de la Presidencia Municipal.

Es todo por hoy, hasta una próxima si la hay.

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Martín Jaureguí
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