La transparencia no está a discusión

Cuando los gobiernos no son transparentes en sus acciones y decisiones, los ciudadanos pierden confianza en sus líderes y en las instituciones que los representan. Además, la falta de transparencia tiene efectos negativos en la sociedad y generalmente están ligados al aumento de la corrupción, la disminución de la calidad de vida y la erosión de la democracia.

La corrupción es uno de los efectos más evidentes de la falta de transparencia en los gobiernos. Cuando los líderes no son transparentes en sus acciones y decisiones, pueden tomar decisiones basadas en intereses personales o de grupos, en lugar de los intereses del pueblo; esto puede llevar a casos de corrupción, como la malversación de fondos públicos, el nepotismo y el tráfico de influencias. La corrupción generada por la opacidad tiene un impacto en la polarización de la sociedad.

La transparencia jamás debería ser pretexto de una politización de los asuntos públicos. Cuando los gobiernos no son transparentes, se corre el riesgo de tomar decisiones que no estén basadas en la realidad de la sociedad, los efectos son negativos en el rumbo del Estado pues los asuntos públicos se debaten, se discuten, se analizan, se ponen a consideración de la diversidad de voces; cuando hay transparencia hay criterio e incluso hay mayor consenso entre los representados, mientras que cuando la opacidad es la que impera, el enojo, el hartazgo y hasta la polarización social es mayor.

Cuando los ciudadanos no tienen acceso a información relevante y oportuna sobre las decisiones gubernamentales, están siendo excluidos del proceso democrático. La falta de transparencia evade la rendición de cuentas y el monitoreo de las decisiones gubernamentales por parte de la sociedad civil, lo que debilita los mecanismos de control y equilibrio en la democracia.

Es una exigencia social que los líderes se comprometan a ser más transparentes en sus acciones y decisiones pero también es responsabilidad de los ciudadanos exigir y vigilar la transparencia para asegurar que sus líderes actúen en beneficio de todos y no de sus propios intereses.

¿Conviene tener gobiernos cuestionados por su opacidad y hundidos en la desconfianza o lo que conviene es regirse en la transparencia y tomar las decisiones habiendo escuchado el análisis de quienes pertenecen al resultado de la misma? Evidentemente los gobernantes deben replantearse si las viejas prácticas del oscurantismo democrático los llevarán a crecer en sus siguientes aspiraciones políticas.

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