Los títulos universitarios ya no son lo que eran
Con cierta frecuencia hay padres de familia que me preguntan qué carrera deben estudiar sus hijos y necesariamente la respuesta es más larga o más complicada de lo que uno podría suponer. Eso sí, en lo que estamos todos de acuerdo es que se trata de una decisión muy importante y hay que tomarla con detenimiento e información.
En la actualidad hay más de 55 mil jóvenes que estudian un bachillerato general o tecnológico en Aguascalientes, y ellos y sus padres deberán responderse al menos tres preguntas en los años siguientes. Una es si vale la pena estudiar una carrera universitaria de 4 o 5 años o bien una opción intermedia de técnico superior universitario que dura unos dos o dos años y medio. La segunda es qué especialidad elegir. Y la tercera es en qué universidad o institución.
Lo primero que diría es que en estos tiempos ya no es obligatorio hacer una carrera tradicional o de larga duración como era lo normal en otras generaciones. Hoy existen cada vez más los programas llamados de ciclo corto, como técnico superior, que están mostrando ventajas. Por ejemplo, ofrecen especialidades más innovadoras y flexibles que la economía está demandando; algunos de los egresados de estos programas ganan 60% más que quienes tienen solo la preparatoria y 25% más que quienes desertaron de la universidad, y el 35% de las empresas grandes y 47% de las pequeñas y medianas, ya no piden un título universitario para algunos roles o funciones que necesitan contratar.
Es cierto que se oye mejor decir “mi hijo el licenciado, mi hija la ingeniera” y cosas así, pero ya no es el pasaporte automático para una buena trayectoria laboral y profesional. Todo dependerá de qué carrera, qué especialidad o qué universidad se eligió.
La segunda cuestión es más difícil: qué estudiar. Si este fuera un proceso perfecto hay que hacerse también tres preguntas: qué me gusta, para qué soy bueno y qué carrera o especialidad es más prometedora. Desde luego que algo me puede apasionar mucho pero no tengo las capacidades para ello o bien hay algo que me gusta, pero no tiene futuro en el mercado laboral o económico. Así que lo mejor es ser muy objetivo, informarse muy bien y tomar la mejor decisión posible.
Aquí tenemos un serio problema que es el desequilibrio entre lo que sale de las universidades y lo que demanda la economía. Se calcula que hay unos 40 mil empleadores en el mundo que dicen tener problemas para encontrar el talento -o el tipo de talento- que necesitan, y el 69% declara que no encuentran a las personas con los perfiles que requieren, la cifra más alta en quince años. Dicho de otra forma: hay un exceso de abogados, contadores, administradores y, en cambio, hay un déficit de especialistas en tecnologías, en energía, electrónica, y en otras ingenierías. De alguna manera esto explica que en México, según las encuestas del INEGI, unos 3 de cada 10 desempleados son personas que cuentan con educación superior.
Y la tercera duda es dónde estudiar. Como en otros aspectos hay universidades tanto públicas como privadas que pueden ser buenas, regulares o malas, así que lo mejor es analizar muy bien las distintas opciones, ver si puedo encontrar lugar, si ofrece la especialidad que me gusta y tiene futuro, si se acomoda a mis posibilidades y preferencias personales, si cuenta con los mejores profesores. Es decir, no se vayan con la finta de la publicidad, de la marca o del nombre sino de la calidad de la educación que ofrece. Por supuesto, no se le ocurra jamás ingresar a una de las universidades creadas por los gobiernos de Morena, como las Benito Juárez, porque si llega a obtener un título de allí no le servirá absolutamente de nada.
Finalmente, hágase a la idea de que la carrera ya no es para toda la vida sino que ahora la gente cambiará varias veces de especialidad, de trabajo y será una educación a lo largo de toda la vida conforme evolucione el conocimiento. Suerte.
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