México y Trump ¿flojitos y cooperando?
El próximo lunes 20 de enero finalmente tomará posesión Donald Trump como presidente de los EEUU y aunque a veces somos un poco provincianos para analizar lo que pasa afuera porque suponemos que nos hace lo que el viento a Juárez, más nos vale estar más atentos, por lo menos, a lo que suceda en el país que es todavía el más poderoso del mundo y el más importante para México. Veamos.
Lo primero es que en política las cosas siempre pueden ser peor y en México lo hemos vivido en carne propia en los últimos años, por más que el dinerito de la beca nos alimente un cierto espejismo. Por eso hay que valorar que el presidente norteamericano que termina, Joe Biden, ha hecho, sin duda, un muy buen gobierno: creó 17 millones de nuevos empleos, estabilizó la economía, redujo los costos de la atención médica, reconstruyó como nunca la infraestructura y trabajó como nadie para mejorar el medio ambiente y las energías renovables. Y destaca una cosa más que ya quisiéramos en México: Biden ha hecho un gobierno sensato y decente.
De su reemplazo, el señor Trump, es muy difícil anticipar cómo será realmente, pero por lo que ya conocemos de él, nada bueno puede esperarse en principio. Por lo pronto, todo parece indicar que México es el país más expuesto a lo que The Economist llaman el “riesgo Trump” en varios aspectos, empezando con las tensiones y conflictos en los temas de seguridad, crimen organizado, narcotráfico, lavado de activos; siguiendo con cambios y amenazas en las políticas migratorias hacia México que pueden afectar a miles de personas, y alentar aun más la corrupción y los abusos dentro del sistema migratorio mexicano, y terminando con los temas del comercio y la inversión entre ambos países, especialmente cuando sea revisado el tratado de libre comercio en 2026.
Lo impredecible de esta relación distraerá al gobierno mexicano de la atención a los problemas de fondo -desde el bajo crecimiento de la economía, la cuestión del agua o la falta de una educación de calidad- y lo moverá en 3 direcciones en apariencia contrapuestas.
Una, como ya se ve, es recurrir, como muchas veces en el pasado, a la vieja retórica tradicional de envolvernos en la bandera del nacionalismo para excitar a la galería y ganar votos; una segunda, sin embargo, es actuar con docilidad y pragmatismo para neutralizar los problemas y riesgos mayúsculos que puedan surgir y es muy probable que, por más que digan otra cosa, el gobierno mexicano tratará de llevar la fiesta en paz, sencillamente porque no tiene margen de maniobra. Y una tercera dirección es que se moverá con extrema cautela para no incentivar a las distintas agencias norteamericanas a desempolvar cadáveres en el closet que incriminen a altos personajes de la política mexicana reciente.
Finalmente, de todo lo que pase o deje de pasar habrá consecuencias para los estados. Si la relación comercial, de inversiones y de exportaciones crece y mejora es lógico que Aguascalientes puede salir beneficiado; si la cooperación norteamericana ayuda a controlar la crisis de inseguridad y violencia en otros estados, el nuestro también saldrá beneficiado, y si la economía de EEUU va bien, nuestros paisanos seguirán enviando las remesas a Aguascalientes, que en 2023 llegaron a 940 millones de dólares, equivalentes casi a la mitad del presupuesto estatal para este año. Es decir, una inyección de recursos nada despreciable para la economía local.
Así que, como decía algún cronista deportivo: no se vaya que esto se va a poner bueno.
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