Monopolio de la violencia legítima
Max Weber publicó, en 1919, el libro La política como vocación; una obra clásica de la sociología y la ciencia política, en la que se contiene un concepto: el Monopolio Legítimo de la Violencia. Este concepto es capital para entender la formación del Estado Contemporáneo, y nos explica que sólo el Estado, a través los ejércitos, policías, agencias del orden público, e instituciones afines, puede ejercer con legitimidad la violencia.
No sólo eso. El concepto también implica que el Estado existe en la medida en la que una sola organización autoritativa, integrada por las personas que habitan un territorio en común, y que se rigen bajo el mismo ordenamiento legal, es la única posibilitada y legitimada para ejercer la violencia pública en temas de seguridad pública interior, o de seguridad nacional. Y deja de serlo cuando otras organizaciones la ejercen.
Dicho de otro modo, el Estado falla, o se erosiona, cuando ese Estado pierde el monopolio de la violencia legítima; cuando otros colectivos organizados están en la misma capacidad bélica para ejercer violencia en el ámbito público. Estos colectivos organizados pueden ser de carácter insurgente, criminal, o de milicias externas que amenacen la paz pública y la preservación del Estado. En ese contexto, podemos afirmar que existe un Estado Fallido.
En ese sentido, la Teoría Política clásica nos permite analizar el presente nacional, en el que amplias zonas del país padecen las fallas del Estado al estar sometidas violentamente por organizaciones con poder bélico distintas a las que legítimamente representa al Estado. Desde hace décadas hemos visto cómo poblaciones son tomadas; y sus habitantes resultan desaparecidos, masacrados, o desplazados, por fuerzas con poder letal ajenos a la autoridad legalmente establecida.
De este modo, estamos en condiciones de discutir la existencia de un Estado Fallido en diversas localidades de las entidades que integran el pacto federal. No sólo eso. Las estrategias de violencia e intimidación que ejercen diversas organizaciones ajenas a la autoridad son estrategias de carácter terrorista, diseñadas para influir en el poder mediante la propaganda de terror, o la ocupación violenta y duradera en distintas franjas del territorio nacional.
Así, el trabajo que tiene el Estado es doble: reconquistar los palmos de terreno que ha perdido ante otras organizaciones violentas; y recomponer el ejercicio de la política para evitar que esas organizaciones se propaguen, recluten, y financien una fuerza letal que compite y domina sobre la autoridad. Para evitar un Estado Fallido no basta con aumentar el poder de la fuerza pública, sino resignificar la vocación del propio Estado.
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