Perspectiva. Como en Chile, todo puede cambiar
El interés de quien gobierna es hacer creer a la población que tiene la siguiente elección ganada. Incluso cuando las encuestas dicen lo contrario. En la conciencia de los ciudadanos hay siempre una creencia. Digo creencia porque no está fundamentada en datos o en estadísticas.
Preguntamos a amigos: ¿tú, cómo ves, qué partido ganará la elección del 2024? Opinamos con nuestra intuición y a veces con algunos razonamientos válidos. En Guanajuato, por ejemplo, la idea de que el PAN es imbatible permea en la opinión pública. Ha gobernado durante 32 años y muchos creen que lo seguirá haciendo.
Lo mismo pasa con Morena y las corcholatas. Creemos, por lo que dicen las encuestas, que Claudia Sheinbaum es la favorita y con el apoyo de López Obrador va a ganar. En Guanajuato creemos que la favorita de Diego Sinhue Rodríguez, Libia Denisse García, también ganará.
El problema es que las creencias a veces ocultan la realidad o no nos permiten tener una opinión informada, razonable y crítica. Eso pasó en Chile con una sorpresa “increíble” para el gobierno de Gabriel Boric y sus seguidores de izquierda en el “Proceso Constitucional 2023”.
Cuando gana Boric, un representante de la juventud liberal de izquierda, quisieron constituir un nuevo modelo político. El 78% de los chilenos estuvo de acuerdo en cambiar su constitución ¿Cómo hacerlo?, quitando la establecida desde la época de Augusto Pinochet. Luego de que la redactaron y pusieron a votación, su contenido ideológico del gobierno de izquierda no gustó a la mayoría de los chilenos y perdieron. El proyecto quedó trunco.
Volvieron a realizar el proceso con un nuevo consejo constituyente para una nueva institucionalidad. La sorpresa de sorpresas en la elección de consejeros fue que el Partido Republicano, cercano a la ultraderecha, fue el más votado con 23 consejeros de 50. Unido a los conservadores, cuenta con los votos suficientes para hacer que prevalezca la ideología de derechas en la nueva carta magna. Todo frente a un gobierno de izquierdas.
Gabriel Boric -apenas a un año de jurar como presidente- aceptó la derrota y tuvo una sola consideración para los triunfadores republicanos: “no cometan el mismo error que nosotros”. El error había sido tratar de imponer su ideología en la Constitución. Cierto, al radicalizar una carta magna, los de centro y derecha se espantaron.
Otro problema que vive Chile es el aumento de la violencia y la criminalidad. Un país relativamente pacífico y ordenado, comenzó a perder su paz ante el asombro y disgusto de los ciudadanos. Eso pesa mucho en el ánimo social. La nostalgia por la seguridad perdida y la sensación de que el nuevo gobierno no puede con la violencia, seguro atrajo el voto de los más radicales de derecha. También los de derecha moderada y los de centro.
La creencia actual de que Morena ganará las elecciones con Claudia Sheinbaum por el apoyo del presidente, que los apoyos sociales pesarán más a la hora de votar que la falta de logros del sexenio y la grave inseguridad que vivimos, es sólo eso: una creencia.
La clase media puede hacer toda la diferencia como sucedió en Chile, donde es la gran mayoría de la población. En las próximas semanas el líder del partido Republicano de Chile, José Antonio Kast, puede llevar el péndulo de la política al centro y lograr una Constitución actualizada, funcional, lejana a ideologías y dogmas de izquierda o de derecha. Chile vive en democracia.
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