Perspectiva: del capricho a la locura
Era un día de verano del 2022 cuando regresaba de Cuba. El representante de la línea aérea Magnicharter en La Habana nos informó que no aterrizaríamos en el aeropuerto Benito Juárez, que nos regresaría al Felipe Ángeles.
Entonces escribí sobre la rabia que nos dio a todos los viajeros. En lugar de llegar directo al hotel del NH del aeropuerto nos recibieron tres autobuses en el AIFA para llevarnos al destino original. Cuál sería mi sorpresa cuando increpé a los pilotos y contestaron que el avión regresaba vacío (ferry) del AIFA al Benito Juárez. Todo lo había ordenado el gobierno para alimentar al nuevo aeropuerto.
Llegamos 4 horas después, a las 3 de la madrugada, por un capricho de AMLO. El mismo capricho bajo el cual se ordenó a las aerolíneas de carga tomar sus triques y dejar sus operaciones en el AICM (Benito Juárez) para aterrizar en el lejano AIFA (Felipe Ángeles). Les tronaron los dedos con una urgencia de locura.
El precio de esa decisión trajo una factura muy grande para la aviación nacional. Donald Trump aprovechó el tema para “tronar” los dedos al nuevo sexenio. México corrige o habrá represalias.
Cada día que pasa y tenemos complicaciones de todo tipo, nos damos cuenta que Andrés Manuel López Obrador no estaba en sus cabales. Por odio, resentimiento o pura ambición de poder, tomó las decisiones más locas de nuestra historia reciente. Algunas costaron dinero, inversión y futuro; otras costaron cientos de miles de vidas.
Su locura de dar “abrazos y no balazos” permitió que los asesinatos (homicidios dolosos) llegaran a 200 mil; en la pandemia, con su locura del “detente” (fetiche religioso), envió un mensaje contrario a la cordura; con su recomendación de no espantarse por el COVID, el país perdió mucho tiempo y con su necedad de no usar cubrebocas, mostró que la epidemia le valía un pito. Las cuentas de fallecidos por la enfermedad subieron hasta 800 mil. México estuvo en el quinto peor lugar del mundo en cuanto a resultados.
Igual locura fue terminar con el Seguro Popular. Un ejemplo de esa desgracia es el Hospital de Alta Especialidad de León, donde teníamos una institución de excelencia y hoy es un desastre.
En casi toda la administración hubo tragedias. Un ejemplo es Pemex que hizo un boquete de dos billones de pesos a la Hacienda Pública. Por más corajes que hacía Rogelio Ramírez de la O, entonces secretario de la institución, no hubo forma de parar el huachicol, la sangría por Dos Bocas y las fugas de la paraestatal.
En la CFE corrió a los particulares que producían energía limpia y barata; se despachó a lo grande con los fideicomisos heredados de administraciones anteriores y, una locura mayor, dejó a los niños con cáncer sin medicina.
Hay cientos de detalles que mostraron a un hombre sin juicio: el saludo a la mamá del Chapo en Badiraguato en Sinaloa ; el provinciano que nunca salió a tratar con sus pares en reuniones como la de “Los veinte”; su reticencia a recibir a las más infelices mexicanas, las madres de los desaparecidos.
Las fracturas llegan a Palacio con intereses, con la debilidad de un sexenio que comienza comprometido en lo económico. En un clima adverso por otro desquiciado: Donald Trump.
No solo perdimos 6 años de crecimiento, la mayoría se extravió en una locura colectiva.
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