Perspectiva. El estadista que necesitamos

Buen político: quien resuelve los problemas del presente.

Estadista: quien soluciona el futuro.

El tema de los aspirantes a la candidatura presidencial del lado de la alianza “Va por México” es fascinante. Hay una cantidad de talento, experiencia, honestidad y patriotismo que no habíamos visto desde el último gran estadista.

Esta aproximación -propicia para el más encendido de los debates- es un lienzo de trazos suaves con observaciones impresionistas de los aspirantes en la oposición. Son quienes seguro estarán en la fotografía de arranque en próximas semanas.

José Ángel Gurría, el de más edad, experiencia y conocimientos técnicos es sin duda el mejor calificado. Sus palabras son claras y precisas aunque no tenga el don de la oratoria. Cuando le pregunta Carlos Loret de Mola sobre su mensaje central para los mexicanos en su afán de llegar a la presidencia, responde: Unidad, unidad, unidad. Tiene claro que sólo un país en armonía puede resolver el futuro. En otra plática a empresarios dio cátedra sobre las necesidades del Estado Mexicano. Para lograr menos pobreza y desigualdad se necesita un mayor gasto público como en los países desarrollados. Gurría ve un país con grandes oportunidades para la inversión y sabe, desde su paso por la OCDE, qué hace a un país exitoso. Gurría fue colaborador del último estadista mexicano: Ernesto Zedillo.

El ex secretario de Hacienda culminó con Zedillo la verdadera transformación económica y política del país. Desde el año 2000 hemos gozado de la estabilidad que permitió la transición democrática y dos alternancias. Vicente Fox llegó al poder con el respeto institucional del priista en el año que más creció el país. Zedillo, el estadista, decidió el camino duro, pero indispensable, para salvar a los ahorradores de la banca (que no a los banqueros) con el Fobaproa. Sin el conocimiento y las agallas de Zedillo y su equipo, el país hubiera caído en el despeñadero como sucedió en Argentina con el “corralito”.

A Gurría no se le conoce ningún escándalo o riqueza mal habida. Tampoco se identifica con el PRI y en los últimos años dio lustre a México encabezando uno de los organismos internacionales de mayor calado. Sabemos que no tiene la popularidad de otros candidatos pero sorprendió su enjundia encabezando la marcha en defensa de la Suprema Corte de Justicia. Su receta para la transformación del país no es fácil. Subir impuestos es una decisión impopular. Vicente Fox quiso universalizar el IVA para obtener recursos e invertirlos en el combate a la pobreza. El PRI no lo dejó. Igual que el PAN no permitió que Zedillo abriera la participación privada en la generación de electricidad.

Después del sexenio tendrán que venir cambios para resolver los problemas más agudos como el combate a la inseguridad, la reconstrucción del sistema de salud y el aseguramiento de las crecientes pensiones. Necesitaremos a los mejores funcionarios para rehacer la administración pública. Son muchas las bombas económicas y políticas que deberán desarmarse antes de que estallen.

Eso no lo logrará un gobierno populista. Simplemente no habrá dinero que ajuste para seguir dilapidando en proyectos sin pies ni cabeza como el Tren Maya o la refinería de Dos Bocas. Tan sólo retirar al Ejército de las funciones que no le corresponden en la vida civil, será complicado. Necesitamos regresar a la promesa incumplida de Morena y la izquierda que presuntamente representa: los militares en el cuartel.

Gurría tiene pocas posibilidades de ser candidato de la oposición pero su presencia alienta. Otro igualmente preparado es Enrique de la Madrid, de quien hay mucho que platicar desde otra perspectiva. (Continuará).

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Enrique Gómez Orozco
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