Perspectiva. En esta República la ley sí es la ley
“¿Te parece a ti posible que pueda aún existir sin arruinarse una ciudad en la que los juicios que se producen no tienen ningún poder, sino que son destruidos por particulares y resultan nulos?”
Sócrates en su diálogo con Critón.
399 A.C.
Hay un desacuerdo del presidente López Obrador con el líder de su partido en el Senado, Ricardo Monreal, donde discuten, ¿qué es primero, la justicia o la ley?
El derecho no garantiza del todo la justicia pero sin leyes (derecho) no hay referencia a lo que es justo o injusto. La frase de AMLO: “no me vengan con que la ley es la ley” encubre una tentación autocrática. Manifiesta justo lo contrario a lo que dijo citando a Benito Juárez: “nadie por encima de la ley”.
Si no es la ley, con jueces capacitados de interpretarla y sentenciar, ¿quién hará justicia? ¿Un todo poderoso mandatario desde su palacio, un sumo sacerdote, un pontífice desde las alturas de un templo, un pueblo enardecido como el de Fuenteovejuna que linche a los delincuentes?
Toda sociedad civilizada y desarrollada hace valer la ley antes que los criterios de un gobernante. Si las leyes no son justas entonces deben modificarse, para eso están las legislaturas. La justicia no es un lugar perfecto al que se llega por las creencias o los dogmas del momento. Ni por los designios de hombres que creen ser iluminados, mesías redentores desde los pasillos del poder.
Las leyes evolucionan con las costumbres, con el avance de la humanidad. De la mano va la justicia. Antes de Lincoln en EU era legal tener esclavos. Antes era delito la homosexualidad, ya no. Antes las mujeres no podían votar, ahora la ley busca la paridad de género. Cambian las normas y seguirán cambiando. Hay leyes eternas como no matar o no robar. Normas sagradas para un pueblo como los Diez Mandamientos de Moisés en el mundo judeocristiano.
Pero si de verdad queremos comprender la importancia de saber que “la ley es la ley” con bases filosóficas, podemos remontarnos unos 24 siglos a la celda donde Sócrates espera la pena de muerte en Atenas.
En diálogo con su amigo Critón, Sócrates expone por qué se debe respetar la ley que lo ha condenado a beber la cicuta. Critón le dice que no es mucho lo que piden de soborno los guardias para liberarlo y sería injusto dejar huérfanos y viuda, que él es un hombre de virtud. Nunca había hecho mal a nadie.
En la obra escrita por su discípulo Platón, Sócrates le explica a Critón que burlar la ley sería socavar las normas que había aceptado. Si no le hubieran parecido, tenía la libertad de irse a otra ciudad. El valor de las leyes, aunque en ocasiones se apliquen injustamente, trasciende a los individuos porque es la única forma de convivencia civilizatoria. ¿Quién en nuestros días estaría dispuesto a no sobornar con un poco de dinero a un custodio frente a la pena de muerte o la cadena perpetua, sobre todo a sabiendas de que la sentencia no es justa?
Sócrates no parece convencer a Critón al principio del diálogo pero en su exposición racional lo logra y muestra algo que hoy, 2400 años después, los mexicanos luchamos por defender: el valor de las instituciones y la Constitución que nos da formalidad como Nación, sobre la voluntad de un individuo.
También el INE es esa institución, esa ley que hoy debemos defender para poder transmitir el poder en democracia y en paz generación tras generación.
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