Perspectiva: La lección de Harvard

 

Si algo tiene Estados Unidos como valor extraordinario frente a otros países desarrollados es la multiplicidad de universidades de alta calidad. Harvard resalta sobre todas las demás con 161 premios Nobel obtenidos por sus alumnos, maestros e investigadores. Es conocida su escuela de negocios como la de mayor prestigio pero también sobresalen las de medicina, política y derecho. Su fondo de dotación (endowment) supera los 52 mil millones de dólares.


Por su Escuela de Gobierno, “John F. Kennedy”, han transitado líderes políticos de todo el mundo como Lee Kuan Yew de Singapur, Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón de nuestro país. La lista es muy larga. Harvard, fundada en 1636, es la universidad más antigua de Estados Unidos. Ahora alcanza a todo el mundo con educación a distancia y extensión universitaria, que es la más prestigiosa.


Desde ayer se le puede dar uno de los más preciados reconocimientos: resistir a la presión ideológica de Donald Trump quien la quiere extorsionar con 2.2 millardos de dólares (billions). El remolino conservador quiso chantajear a los directivos con una carta de recomendación sobre sus políticas de admisión de extranjeros, sus principios de libre cátedra y la forma en que se administra. “No way”, le contestaron.


La Universidad de Columbia sucumbió ante Trump (ahora se reivindica) por la amenaza de quitarle 400 millones de dólares. Un sometimiento que la llenó de críticas de intelectuales y medios liberales del país. Harvard, en cambio, usó su derecho constitucional de libertad académica para enfrentar a Trump con la ley en la mano. El precedente ayudará a otras universidades como Princeton, Pensilvania, Cornell y Brown a hacerle frente al recorte ilegal de presupuestos autorizado por el Congreso.


Como si le faltaran enemigos, Trump arrancó una guerra ideológica contra las universidades donde se dieron los mayores reclamos por la invasión de Israel a Gaza y el genocidio que provocó Benjamin Netanyahu. Inhumano cobro de cuentas ante el bestial ataque terrorista de Hamás a Israel.
Trump no quiere saber nada de cambio climático y su investigación, de la lucha por la libertad de género de los colectivos LGTB+, tampoco del derecho del pueblo palestino a tener su propio Estado y territorio. Hoy amenaza a los organismos internacionales como la ONU y la OTAN, a quienes también quiere quitarles recursos.


La resistencia de Harvard representa un freno al ascenso del autócrata. Si la mayoría de las instituciones de educación superior en EE.UU se suman a la causa y defienden la libertad de cátedra, los republicanos tendrán un problema más en su bolsillo.


La historia nos lo dice: la Guerra en Vietnam era una causa injusta para los jóvenes norteamericanos que eran reclutados. El movimiento pacifista en contra de esa guerra se dio en las universidades. Una de las más aguerridas fue Berkeley en California, donde estudió nuestra presidenta Claudia Sheinbaum. Hoy el movimiento estudiantil podría ser punta de lanza para oponerse a todas las barbaridades de Trump. Dar golpes a Harvard y a otras universidades de prestigio puede atizar un avispero y generar movimientos de resistencia ideológica como no los veíamos desde la década de los sesentas.


Cuando Columbia se dobló hubo gran desaliento y hasta pena ajena por verla vender su autonomía; con la lección de Harvard, que no es sólo una postura sino una declaración de principios, el mundo reconocerá que Estados Unidos es mil veces más grande que su descocado presidente.

 

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Enrique Gómez Orozco
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