Fraude cibernético: cuando el engaño toca la puerta

Desde hace un par de meses mi teléfono suena con una frecuencia extraña. Levanto la vista con sorpresa, porque ya casi no estoy acostumbrado a recibir llamadas: hoy la comunicación cotidiana ocurre en WhatsApp. En la pantalla de mi celular a veces aparece un número con lada local; respondo y resulta ser una casa financiera o una aseguradora. Digo “no, gracias” y cuelgo, pero siempre queda la incomodidad de saber que alguien tiene mi número: en el mejor de los casos, una empresa legal; en el peor, una red criminal.

1984

No voy a escribir aquí nada ni sobre la novela de Orwell, la sociedad  orwelliana, el Gran Hermano, ni la famosa y tenebrosa Habitación 101, sino casi literalmente del año de 1989, el año donde, según se mire, las cosas terminaron o comenzaron de nueva cuenta.

Vamos al mes de mayo de aquel año, del que transcurrieron ya largos 41 años.

Días de radio, madrugadas de tevé

Gracias a las ocurrencias de don Henry Hertz, el inventor de las ondas marcianas, o algo así, es que ocurren estas cosas.

Está de más ponerme a hacer melancólicos recuerdos de los tiempos en que en la ciudad había cuatro estaciones de radio y dos repetidoras, intermitentes de televisión. Y ésta, ¡a blanco y negro!

¿Cuánto cuesta la feria?

El maestro Don Raúl Cervantes Ahumada, que no fue mi maestro pero con quien tuve mucha cercanía gracias a otro amigo de Aguascalientes, platicaba, como ejemplo de la naturaleza del dinero, que en un pueblo de su tierra, Sinaloa, un día anocheciendo, el bromista del pueblo pasó por el hotel y le pidió a la administradora que le guardara un billete de 500 pesos, voy a la cantina y no me los quiero gastar.