Perspectiva. La violencia verbal

La última presentación de Brozo en Youtube tuvo dos ángulos distintos. El payaso tenebroso parece que cada dos semanas sube el tono y la violencia verbal en su crítica al gobierno y al presidente López Obrador, a quien ya sólo nombra como Andrés.

Victor Trujillo, su nombre real, llega a un millón de youtubidentes. Sus tres pistas de “circo decadente”, responden al sentimiento y resentimiento del segmento de la clase media y alta que ve traicionado el proyecto que vendió el candidato López Obrador. Al payaso no le faltan temas ni fallas de la administración con la prolífica verborrea matinal del Palacio.

El encono sube a niveles de carpa populachera pero con guiones elaborados y bien pensados, incluso en el nivel de insulto utilizado para denigrar al mandatario. El viernes 31, el circo sólo tuvo una feroz pista donde el coraje y el malestar por la muerte de los migrantes en Juárez se convirtió en un ataque como no habíamos visto.

La segunda parte fue un juego basado en la “Catafixia” de Chabelo y en la entrevista estuvo Jesús Silva-Herzog Márquez, politólogo y crítico con lenguaje que llega a ser de calidad literaria. Silva-Herzog es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

Su crítica puede ser tan demoledora como la de Brozo pero con formas donde nunca pierde la elegancia y la armonía del lenguaje. Su columna de ayer, (“Al dolor, insulto”) es un ejemplo acabado de su talento como observador del poder y maestría en el dominio del idioma. No por ello es menos dura e implacable su crítica que los coloridos insultos de Brozo.

En los últimos cuatro años el presidente y sus críticos están empeñados en la  degradación de la palabra. Sobajan el oficio de quien se supone debe sumar todos los esfuerzos ciudadanos y los intereses particulares y de grupo en beneficio de la patria. Por el uso de palabras repetidas una y otra vez como “conservadores, neoliberales, adversarios, oligarcas”, sabemos que la retórica tiene intenciones divisivas, corrosivas y discriminatorias contra cualquiera que no vaya con la llamada “transformación”.

Otro crítico feroz de López Obrador es Carlos Alazraqui, quien dispensa todo tipo de adjetivos en contra de cualquiera que participe en la administración. En su televisora, llamada Atypical TV, no limita sus insultos ni los de sus colaboradores como los del abogado Javier Lozano. El éxito de sus programas está en reflejar lo que la oposición piensa y siente cuando el presidente insulta a todos los que no participan en su “proyecto”.

El cuidado de la forma fue una virtud de la política mexicana durante décadas. Vicente Fox la rompió con éxito en su campaña cuando insultaba a “Lavestida”; cuando decía que los del PRI eran víboras prietas, tepocatas y otras palabras denigrantes. Desde entonces el lenguaje obedece más a la búsqueda de notoriedad que a la transmisión de ideas y proyectos.

¿Puede la palabra y el discurso matar o dañar? Sabemos que sí. La violencia verbal de Palacio en contra del Poder Judicial, por ejemplo, genera insultos de la más baja ralea frente a las puertas de la Corte, causa incendio en el zócalo de la efigie de Norma Piña, su presidenta. También provoca improperios de parte de la oposición, que escupe e imprime en redes sociales al presidente y a sus funcionarios, particularmente a Manuel Bartlett. En 545 días cambiará todo.

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Enrique Gómez Orozco
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Enrique Gómez Orozco, Opinión, Columnista BI

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