Perspectiva. México es una tómbola
Al tomar la decisión de sortear puestos de jueces y magistrados mediante una tómbola, el Congreso muestra en lo que ha convertido el país: una tómbola. El azar domina nuestro destino. (“Soy un juguete del destino”, gritaba Romeo en la obra de Shakespeare).
¿Cómo podemos tener un futuro predecible con un Poder Judicial de feria?
Carl Sagan, uno de los pensadores científicos más populares del Siglo XX, consideraba que la humanidad tenía mucho poder en el conocimiento, la ciencia y la tecnología, pero su desgracia era que estaba en poder de personas ignorantes o incompetentes. En el caso de México, los legisladores tienen el timón del país y lo usan como monos cilindreros, sin tener la noción del daño que causan sus decisiones a futuras generaciones.
Primero fue la tómbola para decidir a qué jueces y magistrados sacaban de su trabajo. No importó si eran grandes jurisconsultos, si tenían experiencia y una hoja perfecta de servicio. La humillación fue tremenda.
¿Cuándo imaginaron que su esfuerzo cotidiano durante años de estudio y ejercicio profesional terminarían así?
¿Por qué las instituciones superiores de enseñanza no protestan?, ¿por qué el gremio nacional de abogados calla ante las barbaridades de congresistas ignorantes? Nadie lo sabe.
Para la presidenta Claudia Sheinbaum el problema es que se da al principio de su mandato. López Obrador cometió barbaridades al final, cuando estaba por irse: aumentó el presupuesto con deuda de locura; emprendió una línea aérea sin tener la menor idea de lo que hacía y construyó una “farmaciotota” inútil, solo como ejemplos. Sin embargo, Sheinbaum sufrirá las consecuencias del sabotaje presidencial al Poder Judicial. Cuando los juicios se atoren, cuando las sentencias no tengan sentido, la carga de trabajo convertirá en enormes bodegas de papel a los juzgados del país.
Águila o sol, podrían decidir con un volado las sentencias. Si los jueces fueron personas no idóneas seleccionadas por tómbola, también sus sentencias podrían resolverse así en las tres instancias. Trabajar para el Poder Judicial no será un símbolo de mérito y esfuerzo; decidir lo que es justo a la luz de la ley y la Constitución serán hechos del pasado.
Lo mejor sería que dejaran en paz al Poder Judicial y respeten su independencia y cancelen la votación. Muchos problemas tenemos con una posible recesión, con el regreso de miles de indocumentados y el temperamento irracional de Donald Trump.
Lo peor, las encuestas dicen que a nadie le interesa votar por jueces y magistrados porque ni conoce a los candidatos, ni tiene referencia de quiénes son o cuál es su trayectoria. Si los expertos no pueden decidir quién es apto para la tarea, menos los ciudadanos ante decenas de opciones.
Los países que avanzan son aquellos que tienen instituciones serias, con dirigentes preparados y reglas claras. Gobernar no es jugar a la lotería ni decidir por volados. La vida de millones depende de una buena o mala decisión como para dejar en manos de ineptas la justicia nacional.
Justo hace treinta años el país tuvo una gran prueba frente a la mayor crisis económica de tiempos modernos. El gobierno de Ernesto Zedillo reaccionó pronto y al final entregó las mejores cuentas que haya dejado presidente alguno. Esperemos que nuestra Presidenta recurra a su formación científica para decidir con pragmatismo y sensatez. La certidumbre es un gran bien público.
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