Perspectiva. ¿Qué haremos sin agua?
Y sucedió que después de algún tiempo el arroyo se secó, porque no había caído lluvia en la tierra.
Reyes 17,7
Pocos años tan secos tuvimos como el pasado 2023. En el Bajío la media de lluvia anual ronda los 600 litros por cada metro cuadrado. En tiempos fértiles llega hasta 800 o más, en el temporal pasado registramos 435 litros según reporte de Conagua. La sequía se ve en las presas, en los campos de temporal sin verdor en verano, sin yerba y rastrojo en el invierno. Las presas y los aguajes se secan.
Vivimos del subsuelo, de los acuíferos que acumularon agua en otros años pero hoy se agotan. Cada día las bombas sumergibles de nuestros sistemas de agua potable tienen que llegar más hondo porque el nivel de los espejos y el “nivel dinámico” de los pozos baja. El problema, sin embargo, no es tan grave para las ciudades sino para el campo que consume el 85 por ciento de los recursos.
En el momento que falte agua para las urbes como León, no habrá más remedio que comprar más pozos a los agricultores, al precio del mercado. Lo hemos hecho antes y lo haremos ahora porque una ciudad no se puede quedar sin agua, porque el precio de la sequía se puede pagar en el mercado. Las plantas podrían quedarse sin agua, las personas no. Los ambientalistas podrán decir que no es un asunto de dinero pero al final sí lo es.
Por la ciudad vemos ir y venir a pipas que se abastecen de pozos legales y clandestinos para saciar la sed de hoteles, residencias y fábricas. Pueden vender a menor precio el metro cúbico que Sapal a los grandes consumidores, aunque a últimas fechas subieron su cotización de llenado de 150 pesos por pipa a más de 200.
No sólo es León la ciudad que sufre la sequía, buena parte de la CDMX podría quedar sin agua a mediados de abril, justo cuando inicia la temporada de calor.
El sistema Cutzamala no da para más. Cientos de colonias tendrán tandeos y algunas pasarán semanas sin servicio. Una bomba social a punto de estallar como la tuvo la Zona Metropolitana de Monterrey hace dos años.
En años recientes Australia, Ciudad del Cabo en Sudáfrica, Italia, Bulgaria y otros países tuvieron que enfrentar sequías como nunca antes. Cada región encontró una solución.
Racionamiento, desalinización, construcción de almacenamiento (presas y bordos) y compras de derechos a agricultores. Nuestro problema se previó hace años cuando se decidió construir una presa en Jalisco y un acueducto para dotar a León, las ciudades de Los Altos y Guadalajara. Se invirtieron miles de millones en la presa de El Zapotillo que daría suficiente para todos. Captaría casi mil millones de metros cúbicos, justo lo que la presa de Solís en Acámbaro.
Por miedo a los pobladores de Temacapulín, la 4T destruyó parte de la cortina y hoy, como casi todo lo que administra el gobierno, no le da agua ni al gallo de la pasión. El trabajo y el dinero de miles tirado a la basura por incapacidad y, por qué no decirlo, mezquindad. Lo mismo que en el aeropuerto de Texcoco, aunque en menor dimensión.
Habrá que racionar, comprar, perforar y esperar mientras encontramos una solución a largo plazo. Candidatas, ahí les hablan.
**El voto es el agua con lo que florece la democracia**
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