Perspectiva. Regreso al pasado

El presidente López Obrador debe ser mago, prestidigitador y un ilusionista que conquista el viaje en el tiempo al traer el pasado como método de gobierno. Cuando vemos a los empresarios de León reunirse modositamente alrededor de la candidata oficial, sentimos un “deja vu”, un viento del viejo priismo que fue derrotado por la insurgencia panista de Guanajuato encabezada hace 23 años por Vicente Fox. (Comentaremos más sobre esto).

Con el presidencialismo y un “partido oficial” resucitado, logra controlar a la mayoría del Congreso y el Senado. Como antes, les extiende una pluma y una enorme tarjeta de crédito con cargo al presupuesto federal.

Sin límite, sin fecha de vencimiento durante su sexenio, hipoteca las finanzas públicas con firmas y firmas: reventó a mazazos el aeropuerto de Texcoco y en lugar de una inversión productiva que daría un nuevo rumbo a la aviación nacional, generó una deuda que se paga con los derechos aeroportuarios del destartalado aeropuerto Benito Juárez. Construyó una refinería que será obsoleta, al doble de precio y que comenzará a producir cuando la curva de consumo de combustible comience a bajar.

Firmó por 500 mil millones de pesos la construcción de un tren presupuestado en 120 mil  que costará aún más considerando las pérdidas por su mantenimiento anual y nunca será una buena inversión. La extensión de los apoyos sociales tiene una firma sin fecha de vencimiento, con cargos crecientes. Sin la previsión de dónde saldrán los recursos. Sin cálculo actuarial para cuando representen la mitad del presupuesto, junto con las pensiones del IMSS, ISSSTE, Pemex, CFE,  universidades y demás burocracias estatales y municipales.

Ningún representante de Morena se opuso al derroche de recursos en proyectos como la farmacia central, la destrucción del Seguro Popular y la pésima administración de la salud pública durante la pandemia, ni siquiera el exsecretario de Salud, Juan Ramón de la Fuente, quien también fuera rector de la UNAM puede fingir ignorancia de lo que pasa en el sector de la salud pública.

La última ocurrencia es generalizar las pensiones al 100 % sin el respaldo de un ahorro público y privado para sostenerlas. Sabemos lo que significa para muchas familias usar una tarjeta de crédito cuando no hay una fuente de pago. El sufrimiento por la deuda se extiende por años. Eso fue lo que sucedió en Argentina. El populismo peronista quiso pagar y pagar sin tener el respaldo del ahorro interno. Ahora Javier Milei, el presidente, quiere resolver el problema con una enorme sierra que dolerá más que una amputación.

El ideal es que todos los trabajadores tengan una jubilación digna, de preferencia con un porcentaje cercano al 100% de su ingreso promedio de los últimos años. Puede lograrse para las nuevas generaciones si comenzamos por el principio: formar ahorro y extender la edad de retiro. El gran presidente Ernesto Zedillo comenzó con ese ahorro pero no fue suficiente, aunque logró formar una bolsa individualizada que hoy vale 5.8 billones de pesos  en las afores. Dinero que dio y da estabilidad macroeconómica desde que salió del poder en el 2000.

Las crisis de 1976  y de 1982  se produjeron por el presidencialismo y la falta de ahorro interno, por la extensión de crédito al Gobierno federal basado en una sola firma, la del presidente de la República.
 

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Enrique Gómez Orozco
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