Perspectiva: A tontas y a locas

Hay un libro extraordinario que me regaló el gran doctor José Luis González Trujillo. Se llama Outlive. Aunque la traducción de la palabra outlive al español quiere decir sobrevivir, el tratado del autor, el doctor Peter Attia, tiene como objetivo enseñarnos a lograr calidad de vida hasta el final de nuestros días.
Attia dice que, para alcanzar una mejor calidad de vida, debemos tener un objetivo, una estrategia y las tácticas correctas para lograrlo. Al leerlo comprendemos por qué está en la lista de los bestsellers: es un gran tratado que apoya la salud física y mental a largo plazo. Vino la reflexión de lo que sucede con EE.UU. Perdón por la disgresión o citar un libro de salud para compararlo con un tema político-económico.

El miércoles Donald Trump se dio cuenta que en el mercado había comenzado una venta masiva de bonos del Tesoro, lo que iba más allá de la caída estrepitosa de las acciones en los mercados mundiales donde hay un mercado de 140 billones de dólares (trillions). Tan solo en EE.UU hay 47 billones. La economía norteamericana llegaba al punto del infarto. Si bajan los bonos, suben los intereses con el precio del dinero impagable.

Las empresas habían dejado de funcionar como lo hacen todos los días. La incertidumbre detuvo inversiones, borró precios de los productos y las tiendas se despoblaron de compradores por temor a la recesión. Los ahorradores norteamericanos hacían cuentas y más cuentas de lo que habían perdido en apenas 4 días de mercado. No había pasado una semana desde el “Día de la liberación” de Trump, cuando estaban atrapados en el caos.
Quienes pudieron, compraron un auto extranjero antes de que los aranceles los encarecieran un 25%. Los fabricantes ingleses de vehículos de lujo Jaguar-Land Rover, suspendieron sus envíos a EE.UU durante un mes para “esperar y ver”. La Mercedes Benz decidió no vender autos de su línea más económica porque estarían fuera de mercado.

El 80% de los juguetes que se venden en EE.UU llegan de China. La mayor parte de la ropa desde Vietnam, Camboya, Bangladesh y otros países de oriente. Walmart, Target, Dick Sporting Goods, Marshals y otros minoristas dependen del flujo de importaciones asiáticas. Con aranceles las prendas suben al doble, lo mismo que los tenis Nike, Adidas y On.

Pero todo eso le valía un comino a Trump, incluso dijo que el paraíso económico estaba a la vuelta de la esquina después de un pequeño inconveniente. El viernes, cuando la tormenta estalló, el señor se fue a jugar golf a Florida y dijo a los reporteros en el avión presidencial a su regreso que estaba muy contento porque había ganado. En la mente de periodistas, empresarios, políticos y comentaristas,  cruzó la idea de que el señor no está en sus cabales.

Lo que no pudo evadir fue el riesgo de que la deuda norteamericana de 34 billones de dólares se devaluara. Si los intereses suben, el valor de los bonos bajan. Era la primera ocasión en la historia reciente en la que los bonos perdían su calidad de “refugio” económico, al menos por unas horas. Una corrida mundial marcaría el fin del imperio norteamericano.

Cuando Trump cambió su postura y extendió 90 días el plazo para implementar sus adoradas “tarifas” al resto del mundo, vino un respiro. El rebote fue excepcional. Lo que quedó a flote es que Trump nunca tuvo una estrategia estudiada, ni tácticas precisas. Su fórmula infantil para imponer aranceles demostró que todo lo hace, como decimos, a tontas y a locas.

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Enrique Gómez Orozco
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