¿Por qué ganó Trump?
Donald Trump ganó por segunda vez la elección presidencial en Estados Unidos. Por segunda vez le ganó a una mujer demócrata. Por segunda vez ha sembrado el temor en México por los temas de la relación bilateral, de la migración, y del efecto económico que nuestro país tendrá que asumir. Por segunda vez sorprendió a analistas y a parte de la comunidad académica al hacerse con el poder a pesar de sí mismo, de su personalidad pendenciera, de sus crímenes, sus acosos sexuales, su traición a la seguridad nacional. Por segunda vez, la ciudadanía estadounidense eligió esa opción compleja y peligrosa para encumbrarla en el mando del país.
¿Qué mecanismos operan para que las y los electores comunes elijan opciones evidentemente autoritarias, antidemocráticas, y políticamente riesgosas? En principio, para quienes nos dedicamos al análisis político y a la academia, esta repetición de la lección tiene que ver justo con esa pregunta. Entre ciertos círculos de análisis, la primera vez que Trump ganó, cundió la versión de que el electorado norteamericano era simple y llanamente tonto por haber elegido esa opción. Sin embargo, ante este segundo triunfo del republicano, debemos plantear la reorientación del análisis, ya no hacia el político, sino hacia quien lo elige y sus condiciones.
¿Por qué los votos popular y colegiado favorecieron a Trump? De entrada, por el factor de la economía doméstica. Durante la administración de Biden, la economía no fue mejor que en la primera administración de Trump, lo cual golpeó principalmente a las clases trabajadoras y a las clases medias. Después, el tema de la migración; ahí, sorprendentemente, personas de origen migrante o residentes de segunda y tercera generación votaron por un político que mantiene discursos de odio contra los migrantes debido a que, si se limita la entrada a nuevos migrantes, la población foránea y precarizada que ya vive ahí puede mantener su empleo. El tema de las guerras también es importante, ya que su promesa de o terminar los conflictos de las otras regiones globales, o de sacar a Estados Unidos de estas guerras significaría reorientar el gasto público ya no a la milicia, sino a la economía doméstica.
En este tema resalta también el aspecto ideológico: que Estados Unidos se haya erigido como el réferi global le ha salido muy caro a su población. Por eso el lema de Make América Great Again tuvo impacto positivo, ya que habla de ver menos hacia afuera y concentrarse en el proteccionismo doméstico. Para las y los electores, el precio a pagar es asumir el discurso antiaborto, anti diversidad sexual, anti derechos humanos, anti pluralidad etno religiosa. Este precio es asumido, porque la población padece una orfandad educativa y cultural que lleva ya varias generaciones, lo que hace que los valores de democracia, derechos humanos, e integración de lo diverso, no sean tan significativos socialmente.
En síntesis, Trump ganó por tres grandes razones: por un lado, su ciudadanía está precarizada, históricamente vulnerada, con taras educativas y culturales, y con amplias necesidades económicas; por otro lado, la otra opción -los demócratas- han perdido el contacto con las clases trabajadoras, el poder y el ansia de llegar al poder les ha separado de sus electores, y en los últimos años no han sabido construir liderazgos representativos para su población; y, por último, globalmente vivimos una debacle democrática en la que las personas prefieren ser gobernados más por personajes carismáticos y menos por instituciones sólidas. Esta es una lección para todos los países democráticos.
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