¿Qué busca la reforma electoral?
El tema de la reforma electoral, sigue siendo un tema que está en el epicentro de los acontecimientos comunicacionales. Es hasta esta semana cuando las comisiones de Diputados hacen entrega pública, se difunde un legajo de cerca de mil cuartillas, entre las cuales se concentran más de 100 iniciativas, pero solo y solamente destaca la iniciativa del jefe del Ejecutivo Federal.
Entre las que destacan, cuando menos tres actividades o tres aspectos fundamentales; la creación de una nueva autoridad electoral nacional, cuyos miembro serían votados directamente por el pueblo y también gestionarían las elecciones -tanto locales como nacionales-.
Segundo; recortes al financiamiento público y recorte en los tiempos de radio y televisión, que son los medios de comunicación del modelo de comunicación política que existe en México.
Y tercero; la reconfiguración del Congreso, no solamente eliminando 200 escaños de representación proporcional, una cuarta parte de Diputados y una cuarta parte en el Senado, siendo por listas votadas de los partidos, en lugar de por distritos y que serían 32 demarcaciones de conformidad a como está constituido nuestro país.
Todo sistema y administración electoral es perfectible, toda iniciativa debe ser bienvenida, porque es el inicio de la discusión en donde un conjunto de minorías discute para que se modifique la normatividad de la convivencia en la vida cotidiana.
Me parece inadecuado el pensar que la autoridad electoral administrativa goza de malos días, ¡no! en la primera década del siglo XX, más o menos el 40 por ciento se manifestaba por tener confianza en los órganos electorales, en el en el segundo decenio subió a 60 por ciento, pero precisamente hace unos días MORENA contrata a Parametría para hacer un levantamiento y la sorpresa es que hay un 76 por ciento de confianza ciudadana, por lo tanto me parece que las enmiendas propuestas deben de ser valoradas por esas minorías que no son nada despreciables y que no se les debe ofender, sino por el contrario, invitarlos a la mesa a discutir como lo demanda una democracia civilizada, discutir todos los elementos y llegar a acuerdos, cuyas reglas del juego permitan modificar, fortalecer y perfeccionar nuestro régimen de comicios.
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