Reformas electorales
Vamos a entrar al proceso electoral en este año 2024, que está a unos días de ingresar a nuestros calendarios, y es importante recordar de dónde venimos, qué es lo que construimos en el sistema democrático nacional y por qué es un patrimonio de los mexicanos y las mexicanas, que debemos defender con un gran ahínco.
Cuando menos, partamos de 1946, en que hay una reforma que promueve el general Ávila Camacho, que es realmente la primera ley electoral de federalismo electoral, cuya característica era la centralización de todas las actividades procedimentales.
Después, el presidente Miguel Alemán, impulsa dos reformas electorales, la primera en 1949, y que es la exclusión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de la Procuraduría General de la República y crea una reforma gubernamental excesivamente autoritaria. Años después, en 1951, él mismo promueve nuevos partidos, centraliza el cómputo, un centralismo gubernamental con apertura, y es hasta 1954, tres años después, en que el presidente Ruiz Cortines pone más requisitos para la constitución de partidos políticos, exige en su reforma que los Comités Directivos estatales en cada Estado, deberá ser un requisito de la integración de partidos políticos, hay una reforma altamente burocratizada, monocolor y solamente impulsa un control para el manejo del procedimiento electoral.
Después en 1963, nueve años después, el presidente López Mateos impulsa una reforma con diputados de partido, que en 1964 el esquema era este: el PAN tenía 20 diputados, el PPS 9, el PARM 5 y en total eran 32 diputados, es decir, el 15.3% de la Cámara, 210 diputados lo integraban, 178 uninominales y 32 diputados de partido, pero la reforma impulsa sanciones antisistemas, no podrías estar contra el sistema porque te iba a ser muy sancionado.
¿Dónde empieza realmente el cambio? El cambio inició en 1977, en la época de José López Portillo, pero ante la idea brillante de un hombre genial como Jesús Reyes Heroles, quien convierte un discurso en Chilpancingo, Guerrero, llevando la representación presidencial, en un discurso histórico que promueve lo que más tarde sería la famosa LOPPE, la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales, que amplía la apertura a las oposiciones, aumenta los espacios de representación y hace una reforma realmente gubernamental.
Entonces, en 1977 tenemos pluralidad política y representación proporcional, en 1987 más representación proporcional, en 1989 y en 1990 tenemos el IFE, a través de la ley llamada Cofipe, en 1994 consejeros ciudadanos, y en 1996 la autonomía del Instituto Federal Electoral, del INE después hablaremos, pero la transferencia del poder de manera pacífica es lo que las y los mexicanos hemos logrado en la reformas electorales, una competencia política en donde los partidos no pierden todo para siempre ni ganan todo para siempre, un pluralismo electoral de que hemos sido testigos, la alternancia en el poder a pesar de no ser un signo científicamente o académicamente acreditable a la democracia, sí implica el gran contenido de la decisión de la ciudadanía, y desde luego, un tercer elemento es la participación electoral y el planteamiento de inconformidades por la vía legal.
Todo esto hay que defenderlo con un gran ahínco, con un gran patriotismo, porque México se merece eso y se merece más.
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