Seguridad

Un sabio político mexicano solía decir que, en el servicio público, lo único que cuenta son los resultados, entre otras cosas, porque el camino del infierno está lleno de buenas intenciones y solo con buenas intenciones no mejora la vida de la gente.

Es decir, en política no importa cuanto comprometes o cuanto anuncias, si no cuanto logras en realidad de manera concreta y cuántas metas medibles puedes alcanzar.

En estos tiempos en que la información abunda siempre hay alguien que se encarga de monitorear con datos duros como van las cosas en una ciudad, en el estado, en el país, así funciona la política exitosa.

El INEGI, por ejemplo, se ha convertido en una institución de referencia internacional por la pertinencia y la precisión con que genera información valiosa para las políticas públicas, el desarrollo urbano, la economía y los negocios, entre otras cosas, y uno de sus insumos más relevantes es la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana que, de manera trimestral mide la percepción de la sociedad en 27.000 viviendas de 75 ciudades en todos los estados del país incluido, por supuesto Aguascalientes.

Durante septiembre del 2022, 65% de la población a nivel nacional considera que en términos de delincuencia vivir en su ciudad es inseguro. Destaca el caso más grave que es Fresnillo, donde su porcentaje es de casi 95%, mientras que en otras ciudades como San Pedro Garza García, la Alcaldía Benito Juárez de la Ciudad de México o Piedras Negras en Coahuila, esa percepción oscila entre el 14 y 24%.

En el caso de la ciudad de Aguascalientes, el 46% de los habitantes, en promedio, dicen sentirse inseguros en su ciudad, un mejor resultado que hace tres meses, pero ciertamente mediocre.

El dato paradójico es que en Aguascalientes la población le atribuye ese resultado a las corporaciones federales y a la policía estatal, entre el 65% y el 81%, en cambio, solo el 52% dice que es por la policía municipal, de hecho, es el nivel policíaco al que menor confianza le tiene la población, es decir, aquí hay un déficit serio.

El otro hallazgo relevante de esta encuesta del INEGI es en relación con los servicios.

El 66% reporta que en Aguascalientes los baches en las calles y las avenidas son un problema claro y el 73% dice que también lo son las fugas y las fallas en el suministro de agua potable, lo cual tal vez explica que, solamente el 29% de la población considere al gobierno municipal de Aguascalientes como un gobierno efectivo para resolver los problemas que enfrenta la ciudad a diferencia de autoridades municipales que obtienen calificaciones mucho más altas, como el caso de Nuevo Laredo, que recibe 70%, Apodaca, Nuevo León y Piedras Negras con el 56%, o Mérida, Yucatán con el 55%.

Todo este ejercicio contiene varias lecciones, la primera y más importante es que por más esfuerzos mediáticos que se hagan, mientras la población no vea resultados concretos, medibles y tangibles, la valoración seguirá siendo muy baja.

La segunda es que el progreso es sustantivo de una ciudad, un estado o un país, se sostiene sobre indicadores duros como, por ejemplo, el crecimiento real de la economía, de los buenos empleos, de los logros de aprendizaje con estándares internacionales o de la eficiencia en los servicios de salud.

La tercera es que quizá hoy, como nunca antes, el oficio de gobernarse ha vuelto cada vez más difícil y exige preparación, conocimiento profundo de los problemas, experiencia comprobada y una gran capacidad ejecutiva y no improvisaciones ni ocurrencias.

En muchos aspectos, México está en el momento más crítico desde los años 70 y Aguascalientes no está salvo. Hasta ahora le ha ido razonablemente bien, pero el mundo de hoy es bastante más complejo de lo que pensábamos y exige niveles mucho más altos de competencia y profesionalismo al gobernar.

Así son las cosas en el México y Aguascalientes que aspira a ser moderno.

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