Un PRI en supervivencia

Ya se sabe que la preocupación básica de los partidos políticos es ganar elecciones, pero de vez en cuando harían bien en pensar que en situaciones extremas la lucha es por la sobrevivencia, y eso es exactamente el laberinto en que se encuentren PRI estatal.

Vayamos por partes, desde hace ya una o dos décadas, lo que queda en el tricolor local ha sido explotado por dos o tres políticos y políticas a través de testaferros sin oficio ni beneficio que han tratado de lucrar con las siglas de una organización desfalleciente. La muestra más reciente es la que dieron en las pasadas elecciones estatales, en dónde prometieron llevar más de 100 mil sufragios a la candidatura de la coalición con el PAN y el PRD, y apenas pudieron levantar todos y todas, las que participaron en distintas formas en dicha campaña, solo un tercio de la meta ofrecida.

Puesto de otra forma, el PRI sacó 8% de los votos contra los 60 o 70% de otras épocas, para complicar más las cosas, la crisis en la dirigencia estatal y nacional, sobre todo del PRI, ha dejado la sucursal local en un estado de mayor debilitamiento del que no se ve claro como podrá salir cuando en 2024 tenga que presentarse a las megaelecciones, ya sea en solitario o como vagón de cola del tren aliancista y, entonces su objetivo será uno todavía más penoso, que es conservar el registro como partido político.

Entonces, la pregunta pertinente es ¿por dónde armar el rompecabezas?

Bueno, lo primero es sacudirse la presencia vicaria de los enviados del Comité Nacional: 2 zacatecanos, que dicho sea de paso, no tiene ninguna autoridad moral ni política y solo han aportado al priismo local, una penuria tras otra, como lo hicieron con el estado vecino en su momento.

La segunda condición es tomar distancia estratégica de lo nacional para fomentar un relevo generacional, genuino y radical que le inyecte algo de oxígeno al PRI local, esto quiere decir: acabar de enterrar a quienes hombres y mujeres, usaron el partido como instrumento de corrupción, de pequeñas traiciones y grandes vergüenzas, entre otras cosas, porque visto lo visto fueron incapaces labrar una trayectoria profesional decente y productiva, y ahora, en la vejez o cerca de ella, ya no pueden hacerse otra forma de vida honorable.

La tercera condición es reorganizar el arreglo interno, en los años en que en la oposición al PRI le resultó muy cómodo conducirse con un pragmatismo puro y duro, y permitir que sus distintas corrientes navegaran entre una combinación de la anarquía, clientelismo presupuestal y falta de rendición de cuentas. Ahora, sin embargo; esa ambigüedad es un problema y no una ventaja, y no tendrá fichas con las cuales jugar porque el PAN ya dio cuenta de que no los necesita, que es más lo que resta que lo que suma, y que hay una fila de aspirantes a lo que sea, que reclaman su derecho a competir por sí mismos, en lugar de pactar, negociar o tranzar en lo oscurito.

A pesar de que los partidos siempre conservan las huellas de su infancia, el PRI está ante el reto de demostrar que todavía representa algo más que el mercadeo político, la gestión de un exiguo presupuesto, o la súplica de candidaturas destinadas a la derrota.

Lo veremos en los próximos 12 meses.

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Otto Granados
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