Empresarios sí, simulación no
A propósito de una de mis colaboraciones habituales ( https://www.binoticias.com/opinion/aguascalientes-provinciano-empresarial), un ex presidente de COPARMEX-Aguascalientes ha salido en defensa de su gremio en BI Noticias, lo cual me parece muy bien y es perfectamente normal. El problema es que, como decía el legendario escritor y político norteamericano Pat Moynihan, cada quien tiene derecho a sus propias opiniones, pero no a sus propios datos. Y el problema con la argumentación del articulista es justamente ese: muchos dichos, pocos hechos. Y por ello amerita una réplica puntual.
Partamos de que, como sucede en otras partes, el empresariado no es un colectivo uniforme: hay hombres y mujeres muy dedicados y comprometidos con sus negocios; hay líderes serios y respetables, y también hay vividores que usan las cámaras y organismos como trampolín político y para fines personales, algunos poco decorosos. Hay sólidas empresas locales de toda la vida y de segunda generación; hay empresas nacionales asentadas décadas atrás y hay inversionistas extranjeros muy relevantes. Bien mirados y con apreciables excepciones, una parte proporcional muy importante de las unidades económicas que operan en Aguascalientes, pertenecen a estas dos últimas categorías, al menos en términos de capital y valor. Véase, por ejemplo, el caso del sector automotriz, que ya representa alrededor del 33% del PIB estatal, entre las grandes armadoras y las quizá 200 empresas proveedoras en los distintos tiers de su cadena productiva, en todas las cuales sobresale la inversión japonesa y alemana.
La segunda observación, que ya señalé en mi comentario en BI, es que, con una sola excepción, ninguna empresa propiamente local aparece entre las 500 más importantes que año tras año selecciona la revista Expansión ni tampoco cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores, y esto no es una apreciación sino un hecho. En todas las economías abiertas en el mundo, cotizar en bolsa es un activo y las decenas de índices que existen son un termómetro de la situación económica. ¿Por qué las locales no cotizan? Puede ser por su tamaño, porque no les falta capital o porque no crecen, pero esa es la realidad. Y hay un requisito adicional importantísimo: porque tienen que cumplir puntualmente con la normatividad y entregar la información legal, corporativa y financiera que se exige, es decir, transparentar las cuentas, abrir los libros, evitar escándalos, reportar los hechos relevantes que suceden en la empresa, entre otras cosas. Nada más, pero nada menos.
Para sustanciar su texto, el autor sugiere que la falta de más empresas locales exitosas tiene que ver con el funcionamiento de los gobiernos estatales. Tiene toda la razón. Los gobiernos no son, que se sepa, la “nana” de nadie; cada entidad tiene sus atribuciones y responsabilidades, y es tarea del Estado y de las instituciones públicas crear las condiciones óptimas en ciertas variables pero no le toca controlar el funcionamiento del mercado o de la economía ni procrear empresas ni subsidiar ineficiencias privadas ni inventar consejos consultivos de papel para complacer a los gobiernos. Cuando el Estado se mete a ser empresario el fracaso es automático: allí están Pemex, CFE y otras decenas y todas son un fracaso. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Pero el punto es interesante en la medida en que revela esa mentalidad muy local que es la creencia de que su éxito o fracaso depende de los favores (léase contratos, obras, compras, licitaciones, etc.) gubernamentales. Esa es una diferencia toral con otros estados: unos tienen una clase empresarial potente, robusta y autónoma que no depende de la caridad pública y otros no la tienen. Tan simple como eso.
La tarea de los gobiernos es otra, muy distinta. Por cuanto al mío, solo para refrescar la memoria, los datos duros al final del sexenio (1998) eran incontestables. Más allá de la exitosa política educativa instrumentada en Aguascalientes en ese período, reconocida nacional e internacionalmente (véase: https://ash.harvard.edu/publications/despite-odds-contentious-politics-education-reform ), en el estudio del Tec de Monterrey, "La competitividad de los Estados mexicanos, 1999", realizado durante mi último año, el gobierno de Aguascalientes apareció en primer lugar nacional en materia de transparencia, por encima de Chihuahua, Guanajuato y Jalisco. Como la transparencia debe ir acompañada de la eficiencia, va otro ejemplo: en la página 177 del "Perfil de calificaciones", reporte elaborado por la agencia Fitch (antes Duff & Phelps) para examinar la situación financiera y crediticia de los estados, mi gobierno obtuvo la calificación más alta (mAA+) a nivel subnacional y los "fundamentos" para asignarla, dice la calificadora, fueron: a) el desempeño satisfactorio de las finanzas públicas de la entidad, caracterizado por un fortalecimiento de los ingresos estatales, disciplina en el gasto público y generación de altos y estables niveles de ahorro operacional en el período 1993-1997, y b) la significativa proporción de ahorro interno canalizada a la inversión (76%), uno de los niveles más altos en el país respecto de su PIB y de su población. Más aun, en esos años (1992-98), la entidad redujo prácticamente en su totalidad la deuda pública y alcanzó un crecimiento económico promedio de 7.6%. Cualidades, por cierto, que no siempre se encuentran en algunas empresas.
Todo ello explica que, de acuerdo con los datos del INEGI, los citados reportes de competitividad del Tec de Monterrey, estudios de Harvard, del CIDE, de la UAA, del ITAM y del CCE nacional, entre otras fuentes, Aguascalientes haya quedado, al final de 1998, en primer lugar nacional en 37 indicadores fundamentales y en muchos más estábamos entre los sitios 2 y 7.
Dice el articulista que Aguascalientes es “cuna de innovación”. Posiblemente sea cierto. El problema es que el Global Innovation Index de la OMPI -que es el principal indicador de innovación a nivel global- no se ha enterado. Para ser justos, hay que decir que México está en la lona en este terreno: en la edición 2023 ocupó la posición 58 sobre 132 países y como nuestro estado forma parte de México no se salva de la catástrofe. En 2021, por ejemplo, de poco más de 16 mil patentes solicitadas por México, Aguascalientes representó únicamente 10 (diez) y en 2022, según el IMPI, solo 6, y ocupó la posición número 22 a nivel nacional. Para ser la “cuna” habrá que revisar al bebé porque parece que no respira.
Afirma también que estamos en el top para la atracción de nuevas empresas por el llamado “nearshoring”. Ojalá, pero los datos dicen algo diferente: de acuerdo con el Registro Nacional de Inversión Extranjera, la inversión extranjera directa en México entre enero y junio de 2023 fue de 29 mil millones de dólares, de los que 78% correspondió a reinversión de utilidades; 15% a cuentas entre compañías y solo 7.35% efectivamente a nuevas inversiones. Con esa aclaración, la ciudad de México, Nuevo León, Baja California, Jalisco y el estado de México concentraron 59.24% del total. En el mismo período, Aguascalientes contabilizó 1,240.3 millones de dólares, de los que 1,239 millones fueron por reinversión de utilidades y cuentas entre compañías de Japón y Alemania que ya operaban en el estado. Y en el caso particular del nearshoring, de enero a septiembre de 2023 se han registrado 162 anuncios de inversión por un valor de 42,121 mdd, de los cuales casi 35 mil mdd están destinados al top 5: Nuevo León, Sonora, Coahuila, San Luis Potosí y, aunque parezca mentira, Veracruz, por el puerto. Como la geografía manda, Aguascalientes va a tener que moverse de forma más sofisticada y creativa en las variables clave de capital humano, productividad, innovación, servicios, entre otras, y, desde luego, empresarios profesionales, competitivos y modernos, si quiere competir por ese pastel. Esperemos que en el futuro así suceda.
Me alegra la autoestima empresarial del firmante, pero la realidad y el mundo son bastante más complejos. Aguascalientes ha sido un estado relativamente exitoso en varios sentidos. La mitad de su población está compuesta por clases medias; ha tenido un buen crecimiento económico; el 96% de su economía es ya industrial y de servicios, es decir, con un poco más de valor agregado; sus comunicaciones y sus niveles de urbanización son buenos, y es uno de los estados más pequeños del país, lo que siempre ayuda. En contraste, carece de recursos naturales, marcadamente el agua; su distancia de la frontera norte (800 kilómetros) es considerable; su educación todavía necesita aumentar considerablemente en calidad, excelencia, habilidades y competencias, y en la formación de talento de mejor orientación y mayor nivel; no pinta nada en el campo de la investigación aplicada, la innovación y la generación de conocimiento y tiene una tendencia autodefensiva a mirarse, en exceso, el ombligo. A pesar de que tiene ejemplos empresariales muy exitosos de capital local como La Huerta, JM Romo, ROLCAR, Frío Express, Grupo Vianney, GP Electromecánica, Radio Grupo y muchos otros más, padece una externalidad negativa: es parte de México, un país, al menos por ahora, metido en diversas crisis.
Por lo tanto, el balance se condensa en tres preguntas clave: ¿está mal Aguascalientes? Desde luego que no. ¿Es ya lo suficientemente competitivo y productivo como para asegurar una tendencia consistente hacia la mejora de la calidad de vida y el bienestar? Tampoco. ¿Tiene una cohorte de empresarios propiamente locales equiparable a la de otros estados o países que van que vuelan hacia el desarrollo integral? No se ve. La conclusión entonces es que Aguascalientes corre el riesgo de estancarse en lo que algunos llaman la trampa del ingreso medio o de la media tabla, un fenómeno que ha ocurrido en otras partes del mundo. Es decir, no es un estado fallido como otros que no tienen remedio, pero tampoco es el estado más pujante y potente a nivel nacional ni más allá.
Por ejemplo, la aportación de Aguascalientes al PIB nacional es prácticamente la misma (1.3%) que en los años 90. En cambio, hay 24 estados mexicanos que aportan más. Esto quiere decir que la economía del estado ha mantenido un crecimiento más o menos estable pero no está agregando más valor, ni más productividad ni mejores salarios basados en ésta. Algo nos dice que en Aguascalientes el índice de pobreza laboral, que es cuando el ingreso no alcanza para pagar el costo de la canasta alimentaria, aumentó casi 7 puntos porcentuales, al pasar de 30.6% en 2020 a 40% en el segundo semestre de 2023.
Una segunda evidencia importante es el crecimiento del PIB, es decir el valor de todo lo que produce la economía del estado. El PIB de Aguascalientes, que tiene millón y medio de habitantes, es de unos 17 mil 500 millones de dólares; en cambio, el de una ciudad mediocre como Mc Callen, Texas, que tiene 144 mil habitantes, es de 25 mil 508 mdd. Si se le compara con otras ciudades, la fotografía es peor: la economía de Phoenix es 18 veces más grande, la de San José, California, es 23 veces más grande, y así sucesivamente. Y como mera anécdota: la fortuna personal de Elon Musk, de Tesla, es de 192 mil mdd, once veces mayor que el PIB de Aguascalientes. Me temo que a nuestros empresarios les tomará tiempo alcanzarlo.
En los pliegues de todos esos contrastes, la respuesta corta es que Aguascalientes está en la media tabla y eso puede ser una trampa, es decir que permanezca en una zona de confort, o bien una oportunidad para crecer mucho más, ser más competitivo, más innovador, más productivo y más justo. La respuesta larga es que a ese objetivo no se llega por arte de magia ni con declaraciones mediáticas, redes sociales ni vía fast track. Si Aguascalientes no articula un ecosistema eficiente seguirá siendo un estado simpático y agradable, pero perderá terreno frente a otros, dentro y fuera de México, en un mundo cuya geografía económica global está cambiando aceleradamente y de manera irreversible. Y parte central de ese ecosistema incluye tener los mejores empresarios de verdad. Empresarios sí, simuladores no.