Mi siempre querido Quique

Me resulta tan extraño como familiar dirigirme a ti, ahora que se cumplen cuatro años de tu partida, tan prematura, tan incomprensible y, lo peor, tan dolorosa. Extraño porque sigo sin tener ninguna certidumbre, ningún atisbo, ninguna luz sobre a dónde van, si es que van a algún lado, los que dejan este mundo. Los que mueren. Familiar porque, no obstante, con frecuencia me recuerdo y creo que en algún lugar, de alguna manera que no alcanzo a aprehender, me escuchas.
Son mecanismos extraños con los que buscamos consuelo, respuestas, algún vislumbre, ante los desgarramientos de la muerte; la muerte más cruel cuando se lleva a los que, por tantas razones, todavía tenían tanto que ofrecer al mundo, tantas ganas de vivir.
Meses antes de tu adiós, como una premonición, hablamos de la partida del doctor Miguel Ángel, tu tío; llevo grabadas tus palabras: «Con lo que disfrutaba de la vida», dijiste con un dejo de ironía y de rabia. Con lo que disfrutabas tú la tuya, que te fue arrebatada demasiado pronto, de una manera demasiado cruel.
En la boda de una de tus hermanas, te recordé, te interpelé, imaginé verte y escucharte, de muchas maneras. Aunque la celebración estuvo desbordante de alegrías y sonrisas, no pude sino sentirme melancólico. No pude dejar de sentir un deje de rabia contenida, de ver allí, como si nada, como si no faltaras tú, a un par de personas que… No importa.
Si es el caso que de alguna manera te asomaras a ver aquello, seguro estás en un estado, en algún no lugar, donde aquellos asuntos deben ya no importar nada. Yo, todavía en estos parajes, no pude, sin embargo, dejar que me estremeciera en algún momento el picor, ese veneno sutil, del resentimiento.
En algún momento dejé que la imaginación gobernara mis pensamientos, que fueron a la deriva recreando tu imagen. ¿Qué sería de ti, ahora que tendrías los 34 años justos? Tu último proyecto, desencantado con otros asuntos y otras traiciones, era ejercer tu carrera de abogado. ¿Lo hubieras reintentar con la política que te apasionaba? ¿Con qué nuevos motivos, movido con qué pasiones añejas, hubieras caminado como una promesa a la adultez que no te fue dada?
Escribo para ti, en tu memoria. Para tu madre, tus hermanas, tu padre, tus afectos, que por allí estaban entre aquel griterío, dejando que tu ausencia era evidente.
Escribo por si escucharas. Escribo para que el tiempo no vaya borrando tu memoria, tu voz, tu ironía, tus pesares, el recuerdo de la promesa que fuiste. Escribo para mí, sabiendo que la única certeza de permanencia es que guardo tu imagen con el aprecio que te tuve desde la primera noche, la de tu llegada y te recuerdo hoy, como lo hago siempre.
Ya te contaría todo lo que ha pasado en estos cuatro años, pero dejo ese diálogo para ensayarlo en la intimidad. Como una fórmula, como una receta consoladora, como un anhelo, me dejo llevar por un momento por la inasible esperanza de que te encuentres por allí. De que estés en la placidez del reposo que extingue todas las inquietudes y borra todos los pesares.
Hasta siempre querido Quique.

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Agustín Morales
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