¿Por qué importa el color de la propaganda electoral?

A dos semanas del 2 de junio, fecha en que habrá jornada de elecciones en México, el proselitismo de partidos políticos y candidaturas a más de 20 mil cargos públicos en todo el país se respira por todas partes. Nombres y rostros de personas candidatas nos observan a través de la vía pública desde espectaculares, lonas y pintas; nos hablan desde 70 millones de promocionales transmitidos por radio y televisión; e invaden las pantallas de los dispositivos inteligentes con reels, tiktoks y comerciales que interrumpen nuestra lista de reproducción en Spotify y YouTube, invitándonos a otorgarles nuestro voto.

La propaganda es una forma de comunicación destinada a propagar -como su raíz etimológica indica- información, opiniones e ideas con el fin específico de convencer al público, en este caso, de apoyar a una persona candidata para llegar o mantenerse en el poder, lo que se consigue mediante una difusión sistemática y repetitiva de mensajes, mediante un formato sencillo.

Según la fuente y la veracidad de la información que presente, la propaganda puede clasificarse como blanca, gris y negra, de acuerdo con Jowett Garth y Victoria O'Donnell. En su obra, Propaganda y persuasión (2006) explican que la propaganda blanca tiene un mensaje lícito y claro en cuanto a su objetivo y cuenta con una fuente totalmente identificable, lo que en un contexto electoral se traduce en una invitación al voto.  A la información sesgada, incierta e imprecisa, de fuente dudosa pero susceptible a ser investigada se le conoce como propaganda gris, lo que en el ámbito electoral se entiende como una insinuación del voto hacia alguien; clasificación en la que puede encuadrar la publicidad disfrazada de encuestas, cobertura periodística, o bien, de información gubernamental, prácticas que en todo caso se encuentran prohibidas por la legislación en materia electoral. Mientras tanto, la propaganda negra hace referencia a un mensaje encubierto, procedente de una fuente falsa o anónima que, con un planteamiento falso o engañoso, pretende afectar la imagen de una persona o institución.

Existe un robusto marco normativo que rige a la propaganda electoral, acotando su formato, temporalidad y distribución. Por ejemplo, la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales prohíbe colocar elementos propagandísticos en el equipamiento urbano y obliga a crear planes de reciclaje para aquella en formato impreso. Sin embargo, la propaganda negra y especialmente aquella que transita por los entornos digitales, aprovechando avances tecnológicos como la inteligencia artificial para perfeccionarse, continúa rebasando toda capacidad regulatoria.

La desinformación y las fake news forman parte de un fenómeno perjudicial para toda democracia ya que distorsiona la percepción colectiva, genera encono y polarización en la ciudadanía, dificultan el diálogo y el debate público, lo que termina por afectar el sano ejercicio de derechos fundamentales. Es por ello que adquirir herramientas cognitivas para su identificación es una tarea obligada no solo en materia electoral, sino en todo aspecto.

 

Referencias

Caballero, Rafael. El lenguaje de la democracia. Breviario de comunicación política. 2018. Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Lowett, Garth y Victoria O’Donnell. 2006. Propaganda and Persuasion. Editorial SAGE.

Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión.

 

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Hilda Hermosillo Hernández
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