Las agresiones contra la prensa y el periodismo en México no son de hoy, ni de ayer. Desafortunadamente, son ya parte de una cadena de violencia que pareciera imparable y que se ha mantenido con total impunidad por más de dos décadas en nuestro país.
En algún lugar del pasado se nos escapó la idea de que, más que dominar, el poder debería levantarnos. Pero ahí está, desgarrado, inclinado en una extraña pirámide que desfigura su esencia.
¿Qué haría el gobierno de México si a Trump se le ocurriera invadir Sinaloa o Jalisco para “ir por los hombres malos”? Nuestros sueños se convertirían en pesadilla.
La petrolera está quebrada y endeudada con “bonistas” nacionales y extranjeros. Para los mercados internacionales resulta absurdo que entreguemos petróleo a cambio de nada cuando debemos tanto.
La diferencia entre el poder constituyente y los constituidos, nos lleva a la supremacía constitucional, que es elegir el fundamento del Estado Social Democrático de Derecho.
En un sistema político partidista, existen dos o más partidos políticos en contienda, pero sólo uno de ellos tiene la posibilidad real de acceder al poder.