El desafío no es menor: las ciudades son los motores del cambio global, pero están atrapadas en dinámicas burocráticas que no corresponden a las urgencias actuales.
En algún lugar del pasado se nos escapó la idea de que, más que dominar, el poder debería levantarnos. Pero ahí está, desgarrado, inclinado en una extraña pirámide que desfigura su esencia.